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Árbitros malos

Iván Mejía Álvarez
26 de agosto de 2008 - 01:24 a. m.

Luis Bedoya, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, reconoce que el arbitraje colombiano está pagando una costosa factura por la falta de trabajo de los últimos años, por la ausencia de planificación a largo plazo, por los vicios reiterados de amiguismo y otras hierbas que incluyen gravísimas denuncias de comportamientos amorales dignos de fiscalía.

Ser árbitro no es fácil en el fútbol de hoy. La velocidad con que se juega, la presión que se vive en las tribunas y dentro de los campos, la intolerancia colectiva para aceptar los fallos arbitrales como algo propio de seres humanos, convierten el trabajo arbitral en un profesión proclive a la polémica.

La dirigencia ha sido reiterativa en expresar que el  error de juzgamiento hace parte del juego y que las ayudas audiovisuales no serán incorporadas. Así lo han dicho Havelange y Blatter, negando cualquier posibilidad de incorporar la tecnología al servicio de una justicia más idónea.

Colombia vive en este momento un grave problema arbitral: su cuerpo de colegiados es de un nivel bajísimo y como consecuencia de ello los estadios son testigos jornada tras jornada de auténticos atropellos a la razón y el reglamento es permanentemente desfalcado y violentado.

El único juez que se salva es Ruiz y aún así sus actuaciones permanentemente dan para la polémica. A Óscar Julián se le castiga cuando se equivoca con mayor virulencia que a los demás, como tiene que ser, pues no sería justo darle el mismo tratamiento a un juez nuevo que a uno curtido y ya veterano.

A todos los demás, incluidos unos tipos a quienes les dicen “jueces Fifa” que son malísimos, como Roldán, Buitrago y Duarte, por ejemplo, no se les puede pedir mucho. Eso es lo realmente grave, que no hay árbitros buenos, lo que la tierra da es muy pobre.

Y no hay jueces porque durante muchísimos años quienes estuvieron en la Difútbol y su venenoso presidente, manejando el arbitraje, convirtieron la Comisión en un asunto de bolsillo, con unos payasos como instructores, guiándose por el ‘roscograma’ y con otras ‘hierbas’ que han sido denunciadas públicamente y todavía no han sido aclaradas.

El tema es delicado y domingo a domingo se seguirán inventando faltas, sancionando incorrectamente, equivocándose en las bandas y la polémica seguirá, los equipos se quejarán, aparecerán los Pimenteles presionando para sacar provecho.

Bedoya sabe que devolverle el arbitraje a González sería la peor alternativa que podría adoptarse. Al contrario, cercenarle los últimos tentáculos, excluirlo de todo tipo de decisiones, mantenerlo como un cero a la izquierda, es lo único válido para pensar en un futuro con un mejor arbitraje.

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