Publicidad

Archienemigos mágicos

Pascual Gaviria
07 de abril de 2010 - 03:39 a. m.

LAS CACERÍAS OSTENTOSAS DE LOS grandes capos del narcotráfico conducen a la impotencia de los gobiernos y a la propagación de un aire de irrealidad entre los ciudadanos expectantes.

Poco a poco la vieja foto de reseña de alguno de los más buscados pierde sus rasgos de actualidad y se convierte en la silueta de una fábula. El mafioso es ahora un enmascarado tras su propia estampa unos años más joven. Las habladurías oficiales, las fuentes callejeras, la imaginación de los perseguidores y el sueño de los periodistas se encargan de ir completando el retrato imaginado.

México acaba de vivir un episodio que representa muy bien el estado febril producido por un viejo cartel de Se Busca con sus ceros largos y su vigencia que tiende al infinito. La revista Proceso, una de las más importantes del país, circuló el domingo pasado luciendo una portada increíble por su sencilla realidad. Ismael El Mayo Zambada, segundo al mando del cartel de Sinaloa, aparece abrazando con una pose de sutil altanería bajo su gorra al periodista Julio Sherer. “En la guarida del Mayo Zambada. Crónica de un encuentro insólito”, dice el titular. El país se volcó sobre los teclados y los micrófonos a comentar lo imposible. Algunos reprocharon la visita al forajido, otros alabaron el valor del periodista, unos más se burlaron del ejército y sus visores nocturnos, otros menos idearon una teoría conspirativa del Imperio y sus muros infames.

Más allá de las opiniones sobre el papel de la prensa y la credibilidad de la lucha que ha emprendido el gobierno de Felipe Calderón, todo México parecía fascinado revisando el trozo de paisaje que se advierte detrás del capo, hablando de su barriga y su dolor por el hijo extraditado, comentando el mundo de casas vacías y sórdidas que debió atravesar el reportero para llegar al territorio mítico de El Mayo: “El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo… Conozco los ramajes, los arroyos, las piedras, todo”. El mafioso es entonces una especie de mago inaprensible. Ni siquiera un periodista de 84 años que ha entrevistado a Pinochet y a otros demonios con insignias, puede salvarse de verlo todo con los ojos del niño embrujado: “Por veredas y caminos sinuosos ascendimos una cuesta y de un instante a otro el universo entero dio un vuelco. Sobre una superficie de tierra apisonada y bajo un techo de troncos y bejucos, habíamos llegado al refugio del capo…”.

Es difícil no mirar con algo de sarcasmo la reacción mexicana a la foto con reportaje que los manitos han recibido con semejantes sobresaltos. Para nosotros ya pasó el tiempo mítico de los narcos. Un artista de Medellín quiere hacer Pablos de barro en escala 1:1 para que los turistas se tomen fotos abrazándolo en los parques. Y nuestros narcos activos han tomado el camino menos arduo de la medianía. Ya estamos en las telenovelas baratas, en el sencillo entretenimiento, mientras los mexicanos todavía están buscando las imágenes reveladoras del cine: “Dueño de mí mismo, pero nervioso, vi en el suelo un arma negra que brillaba intensamente bajo un sol vertical. Me dije, deliberadamente forzada la imagen: podría tratarse de un animal sanguinario que dormita”.

Las respuestas naturales del capo desconciertan y fascinan a México. Para ellos sólo oírlo hablar es una revelación: “¿Cómo se inició en el narco? Su respuesta me hace sonreír. Nomás. ¿Nomás? Vuelvo a preguntar. Vuelve a responder: Nomás”. Se hacen apuestas si para el próximo domingo el cartel de la película de Proceso traerá a El Chapo Guzmán como protagonista.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar