Archivos varios

Danilo Arbilla
09 de marzo de 2019 - 06:30 a. m.

El papa Francisco anunció que el año que viene se abrirá el Archivo Secreto Vaticano sobre el pontificado del papa Pío XII. Ello será muy útil para despejar algunas dudas que persisten respecto a cuál fue la conducta de Eugenio Pacelli durante la Segunda Guerra Mundial. Se le acusa de no haber levantado su voz contra los crímenes del nazismo. Se han dicho muchas cosas a favor y en contra. Algo parecido, por otra parte, a lo que ha pasado respecto a cuál fue la conducta de la Iglesia argentina durante la dictadura militar. Ha sido muy criticada por sus silencios y su pasividad. Específicamente, Jorge Bergoglio —hoy Francisco— ha sido blanco de muchos señalamientos. Lo llamativo es que quienes más lo castigaban eran los kirchneristas, con el propio Néstor Kirchner a la cabeza y luego su esposa, Cristina Fernández (CFK), asesores allegados y también las Madres de Plaza de Mayo, al mando de Hebe de Bonafini. Esta llegó a “ocupar” la catedral de Buenos Aires y hacer “sus necesidades”, según ella lo dijo, en el altar mayor cuando Bergoglio era el arzobispo. Pero una vez papa, los kirchneristas, casi todos, con Cristina a la cabeza y Hebe de Bonafini por su lado, salieron a reivindicar a Francisco, quien a su vez se transformó, por lo menos, en un gran amigo y defensor de CFK y su gente, a la vez que se ha carteado muy cordialmente de Bonafini. Ahora son muy amigos, según Hebe, quien comparó a Maradona con el papa, dijo que lo de Nicolás Maduro “es democracia pura” y a principios de año hizo “un llamado” para “quemar los campos de soja”.

En Buenos Aires al papa se le acusa directamente de kirchnerista o de hacerle el juego al kirchnerismo y a CFK y muy especialmente de “jugar” en contra del presidente Mauricio Macri.

En los mismos días en que se desarrollaba la cumbre sobre abuso sexual de menores por parte del clero, se anunciaba que Francisco iba a recibir a varias personas, dirigentes y allegados al kirchnerismo y muy militantes contra Macri. “Al papa le importan más las elecciones de octubre que la imagen de la Iglesia”, se afirmaba en ambientes periodísticos y políticos, al tiempo que se resaltaba el “fracaso” de la reunión cumbre.

Ciertamente, la imagen de la Iglesia salió más deteriorada tras la cumbre de los obispos. Las víctimas, casi sin excepción, se manifestaron decepcionadas, tanto por lo resuelto como por el contenido del discurso de cierre del papa. Visto de afuera, efectivamente, no le fue bien a la Iglesia: casi 120 obispos reunidos para resolver sobre un gravísimo problema de pederastia de años y años, ¿y ninguno de ellos se había dado cuenta? No era una tarea fácil la que tenían en sus manos, pero con lo hecho avanzaron poco, convencieron poco y conformaron a muchos menos.

Pasó igual con el prestigio y la credibilidad del papa. Este suma críticas y es cuestionado por su apoyo no solo al kirchnerismo sino a todos los gobiernos populistas-progresistas de la región —Correa, Evo Morales, Ortega— y particularmente por la conducta que ha seguido con relación a Venezuela, constituyéndose en un momento en una especie de instrumento de Nicolás Maduro. Hay quienes dicen que la iniciativa “dialoguista” del Vaticano le dio un respiro al chavismo y le ayudó a mantenerse en el poder hasta hoy con todos los costos que ello ha significado.

Se asegura que este “desarchivo” de Pío XII Francisco lo resolvió para desviar la atención. Si es así, difícil que lo logre. Él mismo, aparentemente, no deja de lado su “militancia” en la interna Argentina, y por otro lado la “cumbre” dejó mucho que desear. Durante la reunión se supo que la Iglesia destruyó “archivos sobre abusos sexuales” por lo que los “derechos de las víctimas fueron pisoteados”, al decir del cardenal alemán Reinhard Marx.

Para la Iglesia y su imagen y credibilidad, la apertura y recuperación de esos archivos es lo que hoy importa. Lo de Pío XII no es lo mismo, y para los que correspondan a Francisco, que podrían ser muy ilustrativos respecto a los altibajos de la Iglesia católica, habrá que esperar un tiempo, todavía.

 

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