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Asia y Occidente, de la mano por la ciencia y el arte

Ricardo Gómez Giraldo
09 de diciembre de 2011 - 11:00 p. m.

En 1972, el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon -estandarte del capitalismo- visitó ni más ni menos que a Mao Tse Tung, el máximo y poderosísimo exponente del comunismo en Asia, presidente de una China milenaria, populosa y -para ese momento- muy pobre.

Fue uno de los más audaces gestos diplomáticos del siglo XX y quizás de la historia entera. El discurso de Nixon lo refleja en toda su dimensión:

“Si nuestros pueblos son enemigos, el futuro de este mundo será realmente oscuro. Pero si encontramos un lugar común de trabajo conjunto, la oportunidad de la paz mundial se incrementará inconmensurablemente”.

Nixon prosiguió: “Mientras discutimos nuestras diferencias, ninguno de nosotros renuncia a sus principios. Pero mientras, no podemos cerrar el golfo que está entre nosotros, podemos hacer un puente sobre él de tal manera que seamos capaces de hablar a través de él”.

Y concluyó: “Por lo tanto, (...) comencemos nuestra larga marcha juntos, no con los pies amarrados unos a otros, sino en diferentes caminos que llevan hacia el mismo objetivo, el objetivo de construir la estructura mundial de la paz y la justicia en la que cada nación, grande o pequeña pueda existir”.

Después de esta histórica visita, China no se dedicó a amenazar al mundo occidental, como lo pensaban muchos ciudadanos y expertos de aquella difícil época de la Guerra Fría. Por el contrario, muerto Mao y tomada la decisión de construir en aquel gran país un “Comunismo Especial”, China se involucró pacíficamente con el mundo occidental, por los rieles del capitalismo, a su manera.

Una de las estrategias para avanzar en su desarrollo fue construir una adecuada capacidad científica. Un ejemplo de esa integración Asia-Occidente, a través de la ciencia, es que unos 500 mil chinos han estudiado en Norteamérica.

Expertos como el Director de la Manhattan School of Music dicen hoy que el futuro de la música clásica está en China. 200 mil personas presentan exámenes cada año para los mejores conservatorios chinos. En ese país hay 30 millones de estudiantes de piano y 10 millones de violín.

El 90% de todos los doctores en ciencias básicas e ingenierías del mundo viven en Asia, lo que demuestra que en el encuentro entre estos dos mundos, los asuntos no se pueden ver de forma simplista, pues está claro que el futuro de la ciencia está en Oriente.

Probablemente -en un contexto histórico- los asiáticos sólo están aprendiendo de Occidente algunas herramientas de economía. Pero a la larga, somos nosotros los que tenemos que aprender de ellos y -por qué no- algún día empezaremos a compartir algunos elementos de su cosmovisión.

El brillante diplomático singapurense Kishore Mahbubani advierte que para esta nueva convivencia mundial, el aporte occidental son los principios de la democracia, el imperio de la ley y la justicia social. Los aportes de Asia son sus virtudes ancestrales: la colaboración social (partnership) y el pragmatismo.

En su importante libro El nuevo hemisferio asiático, Mahbubani dice que China se inserta de manera pacífica y progresiva en las dinámicas globales: primero trata de aumentar los ingresos, la seguridad y el empleo de todos. Con el tiempo, se dirige hacia una sociedad liberal donde se logre el imperio de la Ley y luego, la libertad de pensamiento hasta lograr la libertad para escoger su gobierno.

Este contexto muestra una civilización milenaria que se recrea a partir del encuentro con un mundo reciente y que será potencia mundial en la ciencia y el arte. Por lo tanto, cabe preguntarse ¿hay dudas de que estamos comenzando el siglo de Asia?

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