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Atornillar y revocar

Ana Cristina Restrepo Jiménez
20 de noviembre de 2020 - 03:00 a. m.

Las democracias no son perfectas, pero son la máxima aproximación que hemos conseguido al equilibrio político. Aspirando a lo “perfecto”, enemigo de lo bueno, ¿cuál es el alcance de nuestros intentos por mejorar “la democracia más estable de América Latina”?

Hace seis años era imposible imaginar a un presidente estadounidense atornillado al poder. Hoy, observamos a Donald Trump como si nos fuera ajeno, como si no lleváramos décadas a merced de pirómanos criollos incendiando el país a su antojo en nombre de la democracia. Normalizamos las pataletas de los malos perdedores para atornillar en el poder a unos (antes, reelección; hoy, elección en cuerpo ajeno) y revocar a otros.

En Colombia, la revocatoria del mandato procede cuando un gobernador o alcalde incumple con su programa de gobierno. En 2018, Tasco (Boyacá) fue el primer municipio que revocó el mandato de su alcalde, Nelson Javier García: 97 % de los votantes aprobaron su salida.

¿Cómo detectar si la reelección o la revocatoria son producto de un genuino sentimiento ciudadano o si resultan del populismo, de la instrumentalización de un recurso democrático por parte de malos perdedores?

Como perdedora en las urnas, defiendo el mandato de aquellos por quienes no voté. No defiendo a las personas, sino el voto de los ciudadanos que eligieron distinto a mí.

Empecemos con la revocatoria menos probable: la presidencial, procedimiento que no existe en Colombia. Duque es inexperto, falto de carácter y pródigo en mala fe ante el proceso de paz; solo la última razón justificaría una revocatoria, pues implica el desconocimiento de la Constitución. Pero de gobernantes ineptos está plagado el planeta, sus gobiernos deberían ser lecciones democráticas para premiar o castigar en las urnas. (Ahora, si se llegara a comprobar la entrada de dineros del narcotráfico a la campaña Duque, estaríamos hablando de una salida distinta a la revocatoria…).

Se han anunciado las revocatorias de Claudia López y Daniel Quintero. Concentrémonos en Medellín: Primero Antioquia, Más Medellín y Medellín Cuenta Conmigo son las iniciativas (cercanas al uribismo) que buscan revocar al alcalde. Quintero, autoproclamado “independiente”, es un politiquero de la cuerda de caciques como Luis Pérez. Su gestión es opaca informativamente, veta a periodistas, usa el poder como botín burocrático y logró reavivar el sentimiento nacional antipaisa con un ingrediente perverso: ¡nos colgó la medallita del santo patrono de la derecha a quienes controvertimos su gestión!

Quintero acierta al cuestionar Hidroituango: revisar procesos es sano en toda sociedad, nada ni nadie es “sagrado”. El exceso radica en sus formas autoritarias, en la soberbia, en asumir la voz del contradictor como un ataque personal.

¿Campañas para retirar el mandato cuando un alcalde no lleva ni ocho meses en el cargo (algunas iniciativas circulan desde antes de agosto, la revocatoria solo procedería en 2021)? ¿Una familia sometida a un hostigamiento permanente (real y en redes) por la actividad del padre? ¿Hasta qué punto degradaremos el debate de lo público?

La revocatoria de alcaldes y gobernadores es legítima y viable, pero no puede convertirse en el freno de mano del mal perdedor.

La esencia de la democracia es, también, aprender a perder y aun así seguir defendiendo sus principios… así a veces parezca que serán nuestro final.

 

Sergio(3490)20 de noviembre de 2020 - 05:35 p. m.
Así como sucedió en Bogotá cuando Petro (mal rodeado por clientelas en algunos puestos claves) quiso cambiar todo el esquema de contratistas-rentistas-mafiosos y luego impulsaron desde la Contraloría (Cambio Radical y sus patrocinadores asociados) todo un entramado para poner en entredicho su gestión, ahora lo hacen en Medellín esas mismas mafias, a pesar de que Quintero les dio parte de la tajad
  • Sergio(3490)20 de noviembre de 2020 - 05:39 p. m.
    ...les dio parte de la tajada con cargos en instituciones como Área Metropolitana y en algunas secretarías, además de varias sillas en la junta de EPM. El uribismo no perdona cuando le arrebatan la torta del poder, y se comportan como fieras heridas o como pitbulls rabiosos (estilo Trump) usando "todos los medios de lucha", incluído el sicariato moral
  • -(-)20 de noviembre de 2020 - 05:38 p. m.
    Este comentario fue borrado.
Sergio(3490)20 de noviembre de 2020 - 05:35 p. m.
Así como sucedió en Bogotá cuando Petro (mal rodeado por clientelas en algunos puestos claves) quiso cambiar todo el esquema de contratistas-rentistas-mafiosos y luego impulsaron desde la Contraloría (Cambio Radical y sus patrocinadores asociados) todo un entramado para poner en entredicho su gestión, ahora lo hacen en Medellín esas mismas mafias, a pesar de que Quintero les dio parte de la tajad
Camilo(gibaw)20 de noviembre de 2020 - 12:46 p. m.
El articulo toma un tema importante y lo trata de manera escueta y simple. Algo vulgar: es morboso centrar el articulo a decir que las revocatorias pueden tener fundamento en "una mala actitud del perdedor". Eso es morboso, amarillista: simple. Mejor aprovechar el espacio de opinión y tratar los temas técnicos y los vacíos legales, los engaños en las campañas, lo desastroso de las administraciones
benjamin(68913)20 de noviembre de 2020 - 12:16 p. m.
La esencia de la democracia la pulcritud y la moral del político-candidato,pero se sobreponen intereses de cualquier índole y pasa lo que en el país,candidatos investigados,que estuvieron presos,etc,etc,son elegidos y así se corrompe el único derecho que nos ha quedado a los ciudadanos el voto,también corrompido por los entes que deberían cuidarlo,revocar es la salida y debe ser para todos
Carlos(12335)20 de noviembre de 2020 - 11:14 a. m.
Medellin viene de mal en peor, Primero Fico y ahora este señor Quintero con ínfulas de dictador. Pero hay una realidad en el fondo de la revocatoria. Son los cacaos de la elite económica que están detrás porque saben lo que les viene pierna arriba por el saqueo de EPM. Y la oportunidad la pintan calva para el Uribismo a propósito de malos perdedores.
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