Autodestrucción

Juan David Ochoa
15 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

Todos sus comportamientos lo sugieren, sus palabras y sus gestos lo evidencian. Sus embajadores y ministros dejaron de disimular la diplomacia que ya creen inútil para revelar naturalmente sus posturas, sus venganzas, sus búsquedas automáticas por el poder. Botines que estaban postergados por los ocho años congelados de una enemistad inesperada y que volvieron por la gracia del recobro del poder en una orquesta de mentiras necesarias. Las comunicaciones del Palacio presidencial, en cabeza de Hassan Nassar, un sectario que usó el periodismo desde siempre para posicionarse en las huestes de sus intereses, tienen los impulsos de una defensa desvergonzada y autodestructiva. Ante el acorralamiento por el escándalo y la evidencia recurren a escándalos antiguos de sus señaladores para que el desprestigio sea universal y los detalles de los nombres y los contextos sean inútiles. Un nihilismo político de culpables que se escudan en los viejos secretos conocidos para estallarlo todo cuando sea necesario y poder escabullirse entre el humo del desastre con impunidad.

Entre las cenizas y el desprestigio progresivo, Germán Vargas Lleras negocia en el cataclismo su vigencia con sus influencias conocidas, y en silencio sigue cumpliendo con las recientes promesas que se hicieron tras las bambalinas del poder. Las casas políticas del norte del país siguen preocupadas: sus secretos se ventilan con las declaraciones de Aida Merlano y a pocos años del posicionamiento programado de su candidato estrella, Alejandro Char: un comodín de Cambio Radical que ahora intenta aplacar la caída estrepitosa del uribismo en su propio lodazal intentando acercar lo poco que queda en las coincidencias ideológicas con esa vieja enfermedad política de la venganza que ahora agoniza con el peor presidente de la historia reciente. Pero la agonía del uribismo es más fuerte que todos los pactos y todas las ferias de las embajadas internacionales que se repartieron en la desesperación y la locura. Sus comunicados revelan cada vez más la perdición y el sentido lógico de la supervivencia: el general Zapateiro llora la muerte del sicario más emblemático del Cartel de Medellín sin los antecedentes de un pronunciamiento similar de las fuerzas militares por los líderes sociales exterminados. Iván Duque presta su avión para fiestas y presidentes autoproclamados de otras latitudes y rifa pequeños cupos para los colombianos que siguen esperando una ayuda gubernamental en Wuhan. La ministra Alicia Arango sigue repitiendo excentricidades sobre la contratación laboral por horas para argumentar un crecimiento cosmético en los índices de empleabilidad. El fiscal general Francisco Barbosa no disimula sus lazos sentimentales de infancia con el presidente en un Estado de Derecho ahora incomprensible. La alta consejera de derechos humanos Nancy Patricia Gutiérrez cree que el proceso de paz es semifallido sin reconocer que su partido hizo lo imposible por destruir los pocos avances firmados. Mientras los viejos rostros del uribismo, cansados y envenenados por la furia que ahora los hace ver delirantes ante cada contexto, los rostros juveniles que impusieron no saben qué hacer con el poder, y mucho menos responder ante los disparates que salen de sus propios gabinetes. Una caída estrepitosa en su propio lodazal de agravios y una lenta autodestrucción de negacionistas y renegados consumidos en su propio incendio. Tendrán a Hassan Nassar para grandes espectáculos de encubrimiento en el tiempo que les queda.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar