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Autopsias rápidas

Juan Villoro
06 de febrero de 2009 - 02:30 a. m.

La filantropía depende más de la técnica que del sentimentalismo. Uno de sus requisitos es la discreción: lo importante son los resultados, no las intenciones que los respaldan.

Javier Marías combina la actividad del novelista de eminencia con el desinteresado oficio del filántropo. En alguna ocasión ofreció primas para los jugadores del Numancia y desde hace años patrocina el único premio español para escritores de otras lenguas, en el que no tiene voto. Además, publica las ediciones Reino de Redonda, donde han aparecido clásicos como El brazo marchito, de Thomas Hardy, o La caída de Constantinopla 1453, de Steven Runciman.

La más reciente edición de Reino de Redonda es Revolución en el jardín, del mexicano Jorge Ibargüengoitia, excepcional ejemplo de lo que el humor puede hacer por el periodismo literario.

Dramaturgo y novelista, Ibargüengoitia fue muy conocido en México por las crónicas que publicaba dos veces por semana en el periódico Excélsior. Nacido en 1928 en Guanajuato, murió en 1983 en el accidente aéreo de Barajas, donde también perdieron la vida Manuel Scorza y Marta Traba.

Revolución en el jardín convierte la cotidianidad en misterio narrativo. “No sé si es porque nací bajo el signo de Acuario, pero toda mi vida he tenido problemas con las tuberías”, comienza uno de sus textos. El cronista practica “autopsias rápidas” para transformar los desastres de la vida diaria en gozosas historias ejemplares.

Cada tantos años, Ibargüengoitia olvidaba que odiaba la ópera. Se presentaba ahí por error, sin más remedio que convertir sus cuatro horas de resignación y paciencia en una obra maestra de la comicidad. El tráfico, la política y los vecinos otorgaron otros cartuchos a su humeante escopeta.

La crónica que da título al volumen narra las aventuras y desventuras del escritor en la Revolución cubana. A 50 años de la gesta, conviene leer esta temprana crítica, hecha con el afilado aguijón del satirista.

Una tía de Ibargüengoitia acuñó un refrán que sirve de lema a su sobrino: “La vida quiso que fuera desgraciada, pero no me dio la gana”. Revolución en el jardín hace que los plurales espantos de la modernidad sean redimidos por la risa.

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