¡Ay, minminas! ¿Metiendo fracking a tu tierna edad?

Ignacio Zuleta Ll.
21 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.

Uno se equivoca cuando da por sentado que toda jovencita y jovencito tienen como prioridad en sus batallas ciudadanas proteger el agua y el ambiente. Pero qué errado está con esta presunción. Cuando hay capitales públicos o privados de por medio, casi siempre don Dinero gana la pelea.

Es el caso de la nueva ministra de Minas y Energía. María Fernanda Suárez es una brillante ejecutiva, financista estrella de “Ecotropel”, compañera de colegio del presidente Duque (dicen que votó por el Sí a la paz), estudiada, activista por la equidad de género, hija de académicos progresistas y conscientes, y otras virtudes. Pero se desmonta mal con su generación y con el futuro del planeta pues anuncia que quiere convencer al presidente de que se puede hacer, “de manera responsable”, el fracking en Colombia.

No piensan lo mismo los estudiosos de esta técnica. Permítanme me plagio y resucito el párrafo de una columna publicada hace cuatro años en El Espectador: “La fracturación hidráulica no convencional para obtener gas metano (y petróleo) consiste en inyectar enormes cantidades de agua en un pozo profundo, fracturar la roca y sacar el gas. En el proceso, cada pozo requiere 400 carrotanques de agua, 1,8 millones de galones. No es agüita bendita, pues lleva además 40.000 galones de 600 químicos tóxicos y cancerígenos que le dan sazón: plomo, uranio, mercurio, radio (radiactivo, sí), formaldehídos y todos los demás condimentos de la industria. El 50 % del agua sale después de extraer el gas metano, que aumenta el efecto invernadero. El otro 50 % del coctel criminal queda entre las capas de la tierra desde donde contaminaría los acuíferos. Los efectos —que han hecho que se prohíba en Francia y que el pueblo y la prensa en Alemania lograran detenerlo, generan hoy revoluciones locales en Estados Unidos y muchos otros países que han declarado al menos una moratoria— no se detienen en la contaminación del agua. Los escapes de metano son factor de calentamiento global y hay alerta roja en todas partes…”.

Y no ha cambiado nada; por el contrario, la Alianza Colombia Libre de Fracking radicó un estudiado y serio proyecto de ley para prohibirlo; un comunicado lo resume como una urgencia para “… maximización de la eficiencia del agua y priorización para la vida, así como de la necesidad de iniciar el proceso de transición energética para superar la situación de riesgo de daños irreversibles a la naturaleza, las afectaciones a la salud pública y la falta de garantía de derechos humanos en los territorios donde se desarrollaría esta industria extractivista”. Verdades de a puño en un mundo que ya no puede darse el lujo de utilizar el agua para obtener una energía sucia, potencialmente desastrosa y obsoleta. Precisamente la Alianza está invitando el 29 de agosto, en Bogotá, al Foro Territorios Frente al Fracking en América Latina , porque el tema es vital, literalmente.

Si la idea de la ministra era convencer al presidente Duque de las bondades de la fracturación hidráulica —¡nombre perfecto!—, roguemos que en este tema el nuevo gobernante honre juicioso su palabra de “no fracking” empeñada en la campaña. Cuando se trata del agua, que es la vida, la prioridad debería estar muy clara, aunque las finanzas intriguen con su habitual y bulliciosa desvergüenza.

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