Bad no, Boricua Bunny

Cartas de los lectores
23 de julio de 2019 - 05:00 a. m.

“Estamos bien, con o sin billetes de cien”, cantó Benito Antonio, mejor conocido como Bad Bunny, en el programa The Tonight Show, en el marco de su debut televisivo en el cual interpretó la canción Estamos bien. Pero ¿qué es lo relevante aquí? Que la canción en el video oficial y los portales de música no dice así. Sin embargo, el “error” fue justo y necesario. La “equivocación” era el símbolo de protesta con más flow que yo jamás haya escuchado, pues de éste se interpretaba que, sin importar la ayuda del gobierno federal estadounidense, el pueblo de Puerto Rico iba a salir adelante después del devastador huracán María.

Y sí, el conejo malo es puertorriqueño, ¡pa’ que tú lo sepas! ¿O creían que Bad y Bunny se escribía con b de palabras propias del reguetón como bellaqueo y bicho? Eso creía yo. Pero no, se escribe con b de boricua, con b de berraco.

“Él no es callaíto, y pol’ el pueblo es atrevido”. Si bien la anterior expresión no es un remix oficial de uno de sus últimos hits, Callaíta, sí expresa con claridad lo que este artista es: un activista por los derechos de sus conciudadanos ante el gobierno de la isla, ante el gobierno de la unión americana y ante cualquiera que sea capaz de arremeter contra una de las comunidades más sabrosas del Caribe.

La madre Teresa de Calcuta afirmó que “el que no vive para servir, no sirve para vivir”. @sanbenito (en Twitter), fiel devoto a este life motto, ha construido una dialéctica entre su fama y el apoyo al territorio: la protesta en su debut de televisión, que ya mencionamos, y su intensa campaña de respaldo al movimiento ciudadano que exige la renuncia del gobernador Rosselló después de ser tildado de machista, homófobo, misógino y corrupto. Dicha campaña consiste en una pausa en su gira por Europa y la cancelación de la grabación de su álbum, que iba a ser en Miami, para asistir a las protestas. También la coproducción de un sencillo, con Residente, titulado Afilando los cuchillos, que denuncia la situación del territorio insular.

Las preguntas del millón entonces son: ¿qué diferencia al traptero y reguetonero de los demás manifestantes? ¿Cuál es la razón de dedicarle una columna? Los gobernantes romanos creían que el circo era una de las formas de distraer y encubrir situaciones controvertidas para que el pueblo estuviera tranquilo y no se sublevara. La administración borinqueña no contó con que el cirquero que podría alejar un poco a nacionales y extranjeros de su desoladora rutina fuera el que les dijera a los espectadores que las cosas no andaban bien: “El pueblo no aguanta más injusticia’, se cansó de tus mentira’ y de que manipulen las noticia’”. Quién diría que uno de los abanderados de un género estigmatizado, que es mal conocido por alejar a la juventud del camino correcto, lograra crear un verdadero interés sobre un tema político y social entre los millennials. Como miembro de la mencionada generación creo, fervientemente, que el impacto que hemos tenido sobre la temática en cuestión no es de esas que se pueden enseñar con tanta eficacia y a nivel tan masivo en un aula de clases. Historias de Instagram y tuits lo confirman.

Latinoamérica está llena de “cantores bandoleros” con fans jóvenes, que tienen en sus manos la posibilidad de crear un pensamiento más allá de país y conectarnos con problemáticas de la región, haciéndonos pensar como especie. “Denle la bienvenida a la generación del ‘Yo no me dejo’”.

¡Puñeta! Vladimir José Villarreal Rodríguez. Barranquilla.

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