Bajezas y secuestro

Ana Milena Muñoz de Gaviria
29 de marzo de 2008 - 01:16 a. m.

La naturaleza humana es compleja, sobre todo ante la adversidad, en la que no todos reaccionan de igual manera. En esta condición, mientras algunos tratan simplemente de vivir mejor, otros tratan de sobrevivir; y mientras algunos se imponen por la fuerza, otros se ayudan entre si.

Recuerdo el impacto que en mí causó Ensayo sobre la ceguera, del premio Nobel José Saramago; absurdo, para no decir imposible, es lo que allí se relata, pues ante el hecho de encontrarse toda una comunidad ciega se revelan las peores expresiones humanas: en vez de ayudarse y apoyarse, unos abusan de otros y se descubre la crueldad y la mezquindad de una sociedad dominada por el miedo y que no duda en sobrevivir a costa de la vida de los otros.

Pues eso mismo sentí ante un relato que, a diferencia del anterior, no es ficción; tampoco se refiere a un hecho del pasado sino que se vive en este mismo instante. Se trata de lo que, según Luis Eladio Pérez, es la realidad de quienes se encuentran secuestrados por las Farc; en efecto, en un artículo recientemente publicado por Paris Match, Pérez señala que “Íngrid comparte su cautiverio con varios enfermos mentales, con un grupo de voyeristas malsanos”. Y esta expresión no se refiere, como uno creería, aunque ya con repugnancia, a los guerrilleros, sino que cubre a los militares y policías que con ella se encuentran. En una descripción que prefiero obviar, Luis Eladio denuncia las condiciones en las que Íngrid debe protegerse de los incesantes acosos y de los permanentes abusos que le infringen sus compañeros de infortunio; agrega detalles hasta ahora impensados de las actitudes y reacciones de los allí recluidos y de sus relaciones y describe situaciones que se alejan de lo que puede ser la imaginación colectiva.

Y es que hasta ahora mucho se había hablado de las condiciones infrahumanas en las que la guerrilla mantiene a todos los secuestrados, pero creo que pocos se atrevieron a pensar en las circunstancias en las que ellos mismos se relacionan entre sí: las diferencias, los enfrentamientos, la envidia, el afecto, el miedo, la solidaridad o la ausencia de ella, la amistad y la enemistad… Es tan impactante el tema, que Luis Eladio dice que tanto él como Íngrid preferían estar aislados que en compañía de algunos de sus “compañeros de infortunio”, que en ocasiones y según su valiente relato parecen más peligrosos que sus mismos captores.

Estos detalles, que ahora son conocidos, ameritan nuevos esfuerzos que conduzcan a la liberación de Íngrid, única mujer todavía retenida. No dudo que es también necesario que suelten a los demás, pero debo confesar que algunos de ellos merecerían al menos ser juzgados por estas conductas que desdicen de su condición.

Razón ha tenido el Presidente cuando señaló que estamos ante campos de concentración alemanes, en los que el exterminio y el abuso eran predominantes. Sólo que en ese entonces nada se pudo hacer porque poco se sabía al respecto pero hoy, conociéndose todo aquello que allí sucede y ha sucedido, no puede ser ignorado ni tolerado. Nada justifica semejantes conductas y no hay estado de necesidad alguno que justifique tantas bajezas.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar