A falta de la final, los candidatos a llevarse el Balón de Oro del Mundial pueden ser tres: Modric, de Croacia, y Griezmann y Mbappé, de Francia.
Por los pies de ellos ha pasado la magia de los dos finalistas, si tuviéramos que reducir al plano individual un deporte que depende en casi todo del funcionamiento colectivo. Lo que hagan en la final va a definir esta distinción.
En Francia, Mbappé aporta velocidad, desequilibrio y explosión. Griezmann es el marcapasos del equipo. Es el que mejor lee el juego, sabe hacer la pausa cuando se necesita, acelerar cuando el partido lo requiere y participa activamente en la elaboración de juego. Además ayuda en defensa y sirve como el mejor lanzador para Mbappé. En pelota quieta, ha hecho sus aportes definitivos. De su pie salió el centro para Varane y el consecuente gol contra Uruguay. Lo mismo pasó con el gol de Umtiti, tras un cobro de pelota quieta ejecutado por el siete. Tres goles y dos asistencias son el saldo de un jugador que ha participado en la mitad de los tantos convertidos por Les Bleus.
Mbappé es más vistoso y de él se puede esperar magia en cualquier momento. A sus 19 años es el jugador más alegre del campeonato. Nadie podrá olvidar el pique que se metió para provocar el penal que abrió la cuenta ante Argentina. A veces pareciera que se codea con Neymar en su equipo, el PSG, porque se excede en la simulación y en los lujos no recursivos sino humillantes. De todas formas, el temido Mbappé tiene sus credenciales para ser el Balón de Oro del Mundial. En una de estas, en la final le pone la firma a su obra con una jugada de las que él y pocos más saben hacer.
A sus 33 años Luka Modric es la definición de volante moderno. Ayuda a quitar la pelota, saca el equipo desde atrás, es buen lanzador y transporta la pelota cuando se debe. Tiene remate a puerta y es escurridizo. El croata ha tirado al suelo la excusa del cansancio en los que jugaron instancias finales en sus clubes. A pesar de su contextura y su edad, está entero, físicamente. Si su equipo es campeón del mundo reconocerá que además de fortaleza mental, fe y capacidad de resiliencia, el cerebro es el monito del Madrid.
Por supuesto que no se pueden dejar pasar por alto las proyecciones de Pavard y Hernández, los laterales franceses, la seriedad de Pogba, para ser el equilibrio de su equipo, y las atajadas de Lloris, que han sido determinantes al igual que las de Subasic, en Croacia; las salidas potentes por derecha de Vrsaljko, el aporte de Rakitic en la mitad o la presencia y el gol clave de Mandzukic, en la semifinal ante Inglaterra.
Pero entre estos últimos seguramente no estará el balón de oro del Mundial. De mi parte, y salvo alguna jugada individual que determine al campeón de manera imperiosa, creo que a lo largo del torneo Griezmann se ha ganado el derecho de llevarse el galardón para su casa.