¡Banquete!

Aura Lucía Mera
05 de febrero de 2019 - 05:30 a. m.

Se acabó el Hay. Los aviones despegan repletos de libros. Mochilas, maletas, maletines cargados de palabras. Algunas se quedarán sin pronunciar ni mu porque fueron compradas a la carrera y bajo la adrenalina de los últimos aplausos.

Me ha ocurrido varias veces. Llego a Cali cargada de libros y algunos jamás los leo, o los inicio y después de un rato me pregunto por qué diablos los compré. Generalmente los dono a alguna biblioteca, o los reempaco cuidadosamente para un “regalito de emergencia”. Resultado: frustración y gastadera de plata inútilmente. Ya no como cuento.

Escojo cuidadosamente qué quiero escuchar. Me fijo en los presentadores, porque en muchísimos casos se tiran al personaje, no tienen ni idea de cómo dirigir la charla y desperdician a verdaderos escritores o científicos o politólogos de la forma más basta y patética. Sucede más a menudo de lo que imaginamos. Los organizadores de este evento tan importante deberían ser más cuidadosos al escoger el “quién con quién”.

El highlight para mí fue el conversatorio entre Enrique Santos y Antonio Caballero, orquestado por María Jimena Duzán. Un verdadero campo de batalla donde los dardos de inteligencia se cruzaban a la velocidad del rayo lanzando verdades de a puño, cuestionamientos, confrontaciones, verdades incómodas, logrando sacudir esa apatía, conformismo o indiferencia que nos impiden reaccionar para trabajar por un mejor país.

Francisco de Roux y Patricia Lara también lograron remover conciencias e incomodar a áulicos y escépticos de la paz. Creo que nadie salió de ese encuentro sin que se hubiera removido algo en su interior.

Manuel Vilas. Ya lo había intuido. Ordesa llegó como el huracán, un tsunami emocional que se incrustó en las fibras más íntimas del alma y las removió sin piedad. Su historia, sus dolores, sus culpas, su nostalgia, su amor, su rabia, su ternura se convierten en un camino hacia el interior de nosotros mismos, porque todos, sin remedio, nos identificamos y hemos experimentado esas emociones y esas carencias que creemos tener enterradas y olvidadas. Su desgarro es el nuestro. No creo que fuera su propósito, sino su gran sorpresa. Desnudando su alma nos removió la nuestra. La ola que penetra en tierra, a lo mejor inocente, y arrasa con todo. Exorcizando sus demonios nos impulsa a remover los nuestros. Ordesa no es un libro. Es un terremoto sanador.

Lydia Cacho con #EllosHablan. Un libro demoledor en el que la palabra la tienen los hombres. De todas las edades y estatus socioeconómicos. Hablan de cómo fueron criados. Del machismo de sus padres. De sus vejaciones de niños. De la “normalidad” del machismo y la inferioridad femenina. De sus fragilidades y miedos que tienen que esconder “para poder ser hombrecitos”. De sus odios y carencias. Del poder del dinero… En fin. Con razón Lydia Cacho, una de las mejores periodistas del mundo, ganó con este libro el Premio Mundial de Libertad de Prensa Unesco-Guillermo Cano. Lo recomiendo. Ellos también tienen muchas cosas que contar.

P.D. Seguiré en la próxima columna. Estoy impregnada de palabras y no me caben en este espacio. Poco a poco iré soltándolas. Gracias, Hay Festival. ¡Me quito el sombrero una vez más y me dispongo a disfrutar este banquete de letras! Cartagena, a reventar. Todos los auditorios, llenos hasta el tope. Cuatro días de palabras, rimas, libros, letras que abren espacios, horizontes, y sacuden prejuicios y polillas del alma. ¡Palabras que son “balas enamoradas” (Manuel Vilas) y logran la verdadera revolución!

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