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Barack Obama: El triunfo de la inteligencia, el liderazgo y la democracia

Hernando Roa Suárez
19 de noviembre de 2008 - 02:24 p. m.

¿Será posible mutar el criterio según el cual Estados Unidos no tiene amigos sino intereses?

Al reflexionar sobre uno de los impactos significativos de John F. Kennedy, especialmente en la sociedad Norteamericana, se veía con meridiana claridad que, veinte años después de su asesinato, uno de ellos, fue el haber sabido sembrar una nueva esperanza, especialmente en la juventud. Ahora, al transcurrir 50 años y en medio del fenómeno de la globilazacion, de norte a sur y de oriente a occidente, se respira un aire nuevo en el planeta Tierra.  Después de 47 años de una vida meritoria y consagrada, un afro americano va a ascender a la Presidencia de la primera potencia del mundo.  Qué gran ejemplo: el triunfo de la inteligencia se ha sabido sobreponer a centurias de opresión y sometimiento. ¡Cuán bello y alentador, cuán esperanzador ver cristalizado, inicialmente, el sueño de Martin Luther King!

Revisemos cuidadosamente que en la victoria  de Obama, sus electores, organizados en torno a los valores éticos y políticos de lo más decantado del partido demócrata, fueron capaces, en franca lid, de derrotar los intereses de quienes representan  el guerrerismo, el unilateralismo, la sumisión, el poder del poder y la falta de fe en las posibilidades creativas de lo humano. Notemos que el surgimiento  del “fenómeno” Obama no es fruto del azar ni del esfuerzo individual de un hombre con ambición de poder. Las condiciones históricas mundiales, y particularmente las de su sociedad, nos explican su  contundente triunfo.

Obama es un ciudadano inteligente,  prudente, responsable de su papel y visionario.  El estudio de su personalidad nos indica que es un líder político carismático -en la acepción contemporánea del término- llamado a marcar un hito no sólo en Norteamérica, sino ante las naciones democráticas del mundo.  Su actitud, el contenido de su discurso, sus convicciones e ideales, permitirían visualizar alternativas significativas para impulsar procesos de paz  y equidad en la Tierra.  

En  la historia de Norteamérica han emergido magníficos líderes  cuyo espíritu libertario ha sido notable  para la civilización occidental; por ejemplo, Abraham Lincoln, F.D. Roosevelt y J.F. Kennedy…La victoria de Obama  abre entonces esperanzas de que un nuevo tipo de sociedad es posible; no ha llegado el fin de la historia y no debemos renunciar a la búsqueda de la justicia social internacional.

En pleno siglo XXI se presenta un cambio histórico que invita a los pensadores y a los teóricos, a replantear los paradigmas de un sistema de producción con graves inconsistencias y contenidos inhumanos. Por ello, se espera reorganizar el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y el Sistema de Naciones Unidas. (1). Qué oportuno convocar a los humanistas de todas las latitudes, a reestructurar los presupuestos sustantivos de los regímenes políticos, para que sean fundados en la justicia social, el respeto a la diversidad cultural, y a la equidad en el acceso a bienes y servicios, especialmente a una educación de calidad. Complementariamente, sería conveniente emplear estratégicamente los medios de comunicación, sin olvidar lo sostenido por Maxwell Taylor  en el sentido que “la conquista de las mentes y las almas, es más importante que la de los territorios”

Quiera el destino que, en los posibles 8 años de gobierno de Obama, se reformulen las relaciones internacionales, especialmente entre Norteamérica y América Latina.  El conocimiento de nuestra historia nos indica que a partir de 1492 hemos sido divididos, incomunicados y explotados.  Si los vínculos se establecen con visión de futuro, divisaríamos un nuevo sentido en sus procesos de desarrollo y en la posibilidad de concreción de los ideales democráticos y participativos.

Los latinoamericanos conscientes tenemos una gran oportunidad de saber negociar y plantear, ante los grandes escenarios del mundo, que queremos otro tipo de relaciones donde se sienten bases serias para la construcción de sociedades justas (con estructuras que organicen la equidad ante el poder); pacíficas, (con ausencias de violencias abiertas y estructurales); libres, (sin sometimientos a potencia mundial alguna e interrelacionadas con todas las naciones); e insertadas creativamente en los procesos de globalización, con posibilidad de organizar un desarrollo sostenido.  No olvidemos que si no somos capaces de actuar unidos, nuestro poder, dentro de la configuración mundial, tendería a ser nulo.

Sí, Barack Obama está llamado a marcar un hito no sólo en Norteamérica; también en el resto del mundo. Muy útil comenzar por América a dar ejemplo que podemos retomar lo mejor del espíritu humano libertario, y potenciarlo para construir nuevas relaciones y estructuras económicas, políticas, sociales, culturales y ambientales.  Estamos en un momento magnífico para pensar, con los pies en la tierra e ilustrados por el peso de las enseñanzas históricas, en la construcción de un mundo mejor. Obama debe saber que, si quiere ser significante a la luz de la historia, debe pensar y actuar con sentido de grandeza. ¿Lo hará?
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1  ¿Habremos olvidado las precisas propuestas formuladas al respecto por Luis Carlos Galán, en el decenio de los ochentas?

P.D. Mil gracias por los estimulantes comentarios de los lectores sobre las últimas columnas.

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