Hablemos claro

Binomio de oro

Iván Mejía Álvarez
26 de junio de 2018 - 02:00 a. m.

Los técnicos son caprichosos e impredecibles y a veces inventan unos cuentos que ni ellos se los creen. A Bielsa le dio por decir que Crespo y Batistuta no podían jugar juntos. Valcareggi, técnico de Italia en México 1970, no aceptaba la concordancia de Rivera y Mazzola.

Solo uno, Zagallo, rompió totalmente con esos mitos cuando en el Mundial de México alineó a cinco “dieces” en el que ha sido considerado el mejor equipo de la historia de los Mundiales, el Brasil tricampeón. Jugadores que en sus equipos actuaban de volantes de armado. A Jairzinho, de Botafogo, lo puso como puntero derecho; Gerson, de Fluminense, jugó como volante mixto, Rivelinho, de Corinthians, fue acomodado al sector izquierdo; Tostao, armador de Cruzeiro, fue centro en el eje del ataque y a Pelé lo mantuvo como volante diez. Eso funcionó a las mil maravillas, Brasil fue una tromba y sus estrellas brillaron con la máxima intensidad. Juntar buenos jugadores siempre será una cuota inicial para el éxito.

Pékerman volvió a las fuentes, las que nunca debió abandonar en su curiosa alineación ante Japón, y juntó a Quintero con James, a pesar de que algunos decían que no eran compatibles, que no podían jugar juntos, que se perdía el orden y el equilibrio.

Juan Fernando le dio a la selección, en su espectacular triunfo frente a Polonia, el mejor partido que haya jugado el equipo desde el Mundial de Brasil, una bocanada de aire fresco, juventud, inspiración, ritmo juvenil. Con sus exquisitos pases, sus cambios de frente, su manejo de los ritmos y su sentido de asociación, Quintero probó que es un jugador absolutamente diferente, una joyita extraña en este fútbol donde predominan los conceptos físicos y tácticos, y una ráfaga de vitalidad y frescura.

Juega con un desparpajo insólito. Parece jugando en el potrerito del barrio, no se amilana, simplemente maneja tiempos. Es lo que en el fútbol se llama un “tiempista”, ahora lento, ahora rápido, ahora corto, vamos en largo.

James fue su “parcero” ideal. Se le mostró, lo buscó en el toque corto, se le abrió al costado, siempre le abrió el camino para que Juan Fernando moviera a su aire el equipo durante la primera etapa. También encontró en Cuadrado, de espléndida actuación, otro colaborador idóneo, con la ventaja que Quintero lo llevó a jugar cerca de las 18 enemigas, por lo que la gambeta de Cuadrado no se diluyó en la mitad del campo y fue determinante para abrir la defensa polaca.

Claro que pueden jugar juntos, por supuesto que la selección tiene que utilizarlos al máximo para poder tener esa sociedad que fabrica fútbol, genera pases gol, aprovecha la media distancia.

A los buenos hay que juntarlos, que lo que el fútbol une, el técnico no separe.

 

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