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Bobitos no

Cecilia Orozco Tascón
18 de junio de 2008 - 02:18 a. m.

NO ES UN SECRETO QUE EL ARMA política predilecta del poder reinante es la del desprestigio, pero ahora la usan con furia y han puesto a otros a decir verdades que les transmiten a medias, sin incluir en la versión el lado de la historia que no conviene divulgar.

Hace unos cinco años largos, en los comienzos de la nueva Era, estrenaron la despreciable estrategia “rendonesca” contra los defensores de derechos humanos. Luego se la cargaron a los ex militantes de las guerrillas, reintegrados en buena hora a la sociedad. Después sembraron sospechas de las directivas del Polo. Por último le extendieron sus críticas maliciosas a cualquiera que no se ajustara a la filosofía del régimen. En ese momento cayeron varios periodistas que fueron vilipendiados a gritos; jueces, líderes cívicos, analistas, en fin…

Como el mal ejemplo cunde, ya hay quien esté dispuesto a hacer la tarea sucia. La yidispolítica, el escándalo que vino a sumarse al de la parapolítica, parece ser el detonante para que se diera la orden de ejecutar el plan que existe hace rato en contra de la Corte Suprema. Desde cuando la Sala Penal se atrevió a asumir su labor de juzgador de congresistas, quedó en la mira de personas que no confiesan su doble moral. Eso explica que hayan empezado a esculcarle hasta los impuestos, no con el sano propósito de exigir de los magistrados una conducta impecable, como debe ser, sino con la torcida intención de atemorizarlos para que callaran sus sentencias.

Es cierto que la señora Medina con sus revelaciones alborotó más el avispero. También lo es que cuando la Corte se dispone a condenarla por un delito que involucraría a funcionarios del entorno presidencial, se disparan los descubrimientos sobre la supuesta mala conducta de un par de miembros de la Sala, uno de ellos retirado hace rato de ese tribunal.  Por eso no es difícil adivinar las fuentes: se sigue el hilo conductor de los escándalos, y se sabrá a quiénes beneficia el descrédito de la Corte.

La historia de Giorgio Sale y su acceso a la justicia no es nueva. Eso pudo ser cierto hace algunos años, pero de ahí a concluir que los fallos actuales son inválidos —objetivo real de la campaña—,  existe un largo trecho. Preguntas pertinentes: ¿Por qué nadie habla de los políticos a los cuales también conoció Sale? O ¿van a decir que no estuvieron muchas veces en La Enoteca invitados por el italiano?  ¿Por qué los denunciantes no examinan de dónde viene la relación del tal Ascencio Reyes con el poder? ¿Será verdad que los magistrados lo conocieron hace más de veinte años cuando altos representantes del Ministerio de Defensa le presentaron ese individuo a la rama judicial? ¿Quiénes entre los funcionarios activos de ese ministerio lo conocen y asistieron a sus fiestas? Sin embargo, ¿son culpables los unos o los otros de algo torcido por conocer a Reyes y a Sale? Un poco de sindéresis no sobraría.

Si algún togado cometió siquiera una indelicadeza, debería renunciar. Los ciudadanos de bien exigimos similar actitud y no creemos en las absoluciones mediáticas para los implicados en la parapolítica y en el caso Yidis, contra quien han soltado igualmente la jauría. ¿Se trata de otra casualidad? ¿No será que pretenden recordar simultáneamente el abultado pasado de la señora Medina y el comportamiento de los magistrados para esconder las culpas de los que están siendo indagados por la justicia hoy? Bobitos no, como dijo en el mes de marzo el señor Presidente.

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