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Bogotá amurallada

Guillermo Fischer
13 de enero de 2011 - 03:00 a. m.

AL CIRCULAR EN BOGOTÁ POR LA avenida Circunvalar nos sorprenden unos altos edificios a la altura de la calle 60, que de manera grotesca irrumpen e impiden la vista de los cerros desde la ciudad.

Hasta ahora, el desarrollo de Bogotá se había dado con alturas que permitían a sus habitantes el gozo de su más importante patrimonio: la vista de sus cerros.

¿Cómo es posible este atropello?

El desarrollo de la ciudad está regulado por el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, el cual en términos generales permitía alturas que no interferían la vista de sus montañas. En 2004, se expidió el Decreto 327, que permite altura libre en predios que no tengan proceso de urbanización. Las implicaciones de esta decisión son gigantescas.

Estos predios se ubican en su mayoría en los bordes de la ciudad, contra los cerros orientales, sobre el río Bogotá y hacia el norte de la ciudad, lo que en plata blanca significa que vamos a perder buena parte de la vista de los cerros, así como de las montañas occidentales. La ciudad va a estar prácticamente amurallada por edificios de treinta pisos en su periferia.

En términos del tipo de ciudad que tendremos, la perspectiva también es fatídica. Una ciudad hiperdensa en su periferia y no en su área central implica una ciudad ecológicamente menos sostenible, nuevas vías, más vehículos, mayores costos de transporte y contaminación. Además, la destinación de recursos a la construcción de vías va en detrimento de la inversión destinada a revitalizar el equipamiento comunal de la zona central, como bibliotecas, colegios, parques, centros de salud, etc. Todo esto, en el sentido contrario a lo que se hace en otras partes del mundo, en donde la sensatez todavía es importante.

Construir edificios de treinta pisos implica la construcción de espacios de parqueo para sus residentes, lo que resulta en primeros niveles conformados por parqueaderos, constituyendo así la antítesis de una ciudad más humana. Es la actividad peatonal el factor que hace que las ciudades europeas sean las más gratas y placenteras para vivir.

En el proyecto de POT que la actual administración está adelantando, la posibilidad de construir edificios con altura libre no solamente es mantenida sino aumentada en claro beneficio del gremio de la construcción y descarado perjuicio a los ciudadanos. Y éste no es el único aspecto preocupante del nuevo POT, por mencionar sólo uno más: la conversión de las zonas que son exclusivamente residenciales en zonas múltiples, significa la aparición indiscriminada de comercio.

El POT está concebido en teoría como un instrumento de concertación ciudadana. No puede ser impuesto de forma inconsulta por la Alcaldía, mucho menos, sobreponiendo el interés particular al interés general. Se hace imperativo, además de ser mandato, que la ciudadanía conozca y participe de manera activa en la formulación del POT. Lo que está en discusión no es cualquier cosa: ¿cuál es la ciudad que queremos? ¿Cuál es la ciudad que les dejamos a nuestros hijos?

 

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