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Bosque, ganadería y carbón

Juan Pablo Ruiz Soto
29 de octubre de 2008 - 02:08 a. m.

LA PROPUESTA COLOMBIANA PARA ingresar al Fondo de Bosques y Carbón (FCPF, por su sigla en ingles), fue aprobada en la reunión anual de dicho fondo realizada el pasado 22 de octubre.

Significa que junto con otros 24 países, Colombia recibirá recursos para preparar una estrategia nacional para evitar la degradación y deforestación de los bosques naturales, en la perspectiva de recibir una compensación por el carbono que ellos retienen. Según estimativos recientes, el carbón emitido a la atmósfera por la quema de los bosques tropicales representa cerca del 20% del total de gases efecto invernadero, y el Protocolo de Kioto no generó ningún mecanismo para incentivar su conservación. Ahora mediante el FCPF se realizará una compensación.

Para beneficiarnos del FCPF debemos mantener baja la tasa de deforestación o llevarla a cero, o como lo está haciendo Costa Rica, revertir la tendencia y tener cada día más bosque. En Colombia, durante el período 1994-2001 la deforestación fue de aproximadamente 100.000 hectáreas por año, lo cual significa una importante reducción en la tasa de deforestación, si comparamos con cifras de la década del 70, que podía ser 5 y 6 veces mayor. Dos retos saltan a la vista en el sector agropecuario: hacer la ganadería más productiva y en menor extensión alcanzar mayor producción y limitar y manejar adecuadamente la expansión de los cultivos de caña de azúcar y palma africana, que con el espejismo de los agrocombustibles nos puede llevar a cometer errores de alto costo ambiental y social.

En el caso de la ganadería, los sistemas silvopastoriles que se han ensayado en el país tienen un gran potencial. Los resultados de un proyecto liderado por CATIE (Costa Rica), CIPAV (Colombia) y NITLAPAN (Nicaragua) demuestran que los sistemas silvopastoriles, que esencialmente son la introducción de árboles forrajeros para alimentar el ganado, la presencia de cercas vivas dividiendo los potreros y la siembra de árboles protegiendo el ganado y los pastos, son una posibilidad de aumentar de manera importante la producción por hectárea. El mayor incremento se obtuvo en pequeñas fincas de hasta 10 hectáreas, donde el uso de bancos forrajeros para corte, la siembra del árbol de leucaena, del cual el ganado come sus ramas y caña forrajera, incrementó tres veces la capacidad de carga por hectárea y aumentó la rentabilidad. Este cambio requiere un importante esfuerzo en asistencia técnica y crédito al productor, pues el costo por hectárea está alrededor de tres millones de pesos. Cuando el cambio se hace de manera menos intensa, los sistemas silvopastoriles incrementan la capacidad de carga entre 1,5 y dos veces.

Si el país decide generar condiciones crediticias y crea mecanismos eficientes de asistencia técnica es posible reducir el área utilizada en ganadería y aumentar la producción. Una ganadería más productiva podría ceder espacios al interior de la frontera agrícola para una producción limitada de agrocombustibles, es decir, caña de azúcar y palma africana. Así, se evitaría que la expansión de estos cultivos presione la ampliación de la frontera agrícola. Es necesario que primero se incremente la producción ganadera y luego se establezcan los cultivos de agro combustibles, pues de lo contrario, pagarán la cuenta los bosques naturales y con ello se dará al traste con la posibilidad de obtener una compensación económica por la conservación del bosque con recursos del FCPF.

Conservar los bosques no significa no usarlos, son varias las actividades productivas que se pueden adelantar en los bosques naturales sin destruirlos, entre ellas podemos mencionar el ecoturismo y el llamado biocomercio, es decir el uso sostenible de componentes de la biodiversidad para generar productos que se venden en los mercados. El fondo colombiano para el Biocomercio existe y hay algunas iniciativas identificadas, pero aún a muy pequeña escala, y el ecoturismo empieza a desarrollarse.

En síntesis, las condiciones generales están dadas, tenemos una gran dotación de capital natural, pero es un reto convertir la biodiversidad y nuestros bosques en fuente cierta de riqueza. Esto no se dará espontáneamente y requiere una clara y efectiva intervención gubernamental.

* El autor es economista con especialidad en manejo de recursos naturales en el Banco Mundial. Los puntos de vista aquí expresados son del autor, no representan ni pueden atribuirse a la entidad para la cual trabaja.

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