Sirirí

Buenaventura a la deriva

Mario Fernando Prado
05 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Los líos jurídicos del alcalde de Buenaventura lo tienen guardado desde hace medio año. Sus enredos con dos hospitales (en una ciudad que adolece de atención médica y pide a gritos una solución que se ha demorado los años de Matusalén) le han significado la privación de la libertad en condiciones macondianas. Por una parte, le han decretado la casa por cárcel, pero acaban de revocar la medida permitiéndole volver al despacho solamente de seis de la mañana a seis de la tarde. Y por otra, como adujo problemas mentales, se ordenó recluirlo en el psiquiátrico de San Isidro, en Cali, haciéndose trasladar —no se sabe cómo ni por qué— al Hospital Departamental de donde saldría, pero directamente para la cárcel.

Esta situación debió ser resuelta ayer jueves y al momento de escribir esta columna no hay información sobre el desenlace de semejante galimatías cómico-jurídico, y lo peor es que nadie quiere comentar nada. Hay un silencio sepulcral —en toda la extensión de la palabra— que hace deducir que “en boca cerrada no entran moscas”.

Y mientras esto sucede, el primer puerto de este país y el único sobre el océano Pacífico está totalmente paralizado porque el alcalde encargado no se atreve a tomar decisiones.

Así las cosas, Buenaventura está a la deriva a la espera de que se reintegre el alcalde o que el presidente Duque designe a un burgomaestre encargado, hasta el 31 de diciembre del año entrante, de la terna que le pase la gobernadora del Valle.

El bello puerto del mar no se merece esta suerte: sus tres anteriores mandatarios fueron destituidos y han pagado cárcel por delitos de corrupción. ¿Qué ciudad puede progresar, salir adelante y cumplir las metas con semejante aberración de sus alcaldes en los calabozos?

Desafortunadamente se advierte un “sobis” de manos de quienes están pescando en río revuelto con oscuras maniobras para llenar sus bolsillos.

 

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