Colombia necesita de manera urgente “líderes corbatín”, que no necesariamente son los individuos que usan esta prenda de vestir. Al momento de escribir esta columna recordé a la primera persona que oí hablar de este tipo de paradigmas: Juan Mario Laserna (qepd). Su opinión surgió en momentos donde el país atravesaba por el aprieto que provocó la idea de realizar un cambio constitucional para permitir una segunda reelección presidencial. Los debates iban y venían con tanta virulencia que una noche, luego de conocer alguna de esas agrias disputas políticas, Laserna soltó otra de sus miles de frases provocadoras: “Un alzacuello es una corbata unida por un nudo, eso es el corbatín. Necesitamos gente que nos una y no que nos siga dividiendo”.
Todo lo que planeó Duque para cumplir con el plan de gobierno por el que fue elegido, fue avasallado por las circunstancias del Covid-19. Digan lo que digan, el presidente Iván Duque ha hecho lo que puede con lo que tiene. A veces escuchamos a agoreros maldecir del país (¿cuándo no?) porque no llegan las vacunas. Con un Plan de Vacunación serio y realista, pero con miles de adversarios apostándole a su fracaso, desdeñan cualquier decisión o camino que propongan para unir una nación tan disímil. Siempre se piensa con el deseo para alcanzar el paraíso con el simple hecho de que regiones apartadas como Tumaco, Leticia o Buenaventura tengan, por fin, Unidades de Cuidados Intensivos por disposición del Ministerio de Salud. En algo contribuyó el virus para hacernos menos desiguales. Si no se pudo cumplir lo prometido por lo menos se logró algo importante: mejorar el sistema de salud.
Lo que viene para los colombianos postcovid es una prueba que va a requerir menos autoritarismo, menos divisiones, menos retrovisores. Si Duque manejó con sus herramientas la crisis, a los nuevos dirigentes que llegan en 2022 les corresponde reencaminar la postpandémica Colombia. Cuando hablo en plural, hago referencia a la Presidencia de la República y al Congreso. La aclaración es válida porque en países en vía de desarrollo los valores nos llevan a mirar siempre hacia arriba buscando un pater familias que nos indique hacia dónde dirigirnos, luego es habitual que en nuestro país hablemos de lo que hace o deshace el ejecutivo, pero la desandada le corresponderá en gran medida a los nuevos parlamentarios.
El legislativo colombiano ha perdido poder real. Las actuaciones individuales de muchos congresistas permitieron que la opinión pública nacional forzara el debilitamiento de esta importante rama del poder. Cuando vemos el poderoso parlamento norteamericano con facultades de ratificar secretarios de gabinete, embajadores, bloquear el funcionamiento estatal, negociar presupuestos de forma dura y transparente o investigar de manera expedita dos veces a un mismo presidente, deberíamos reflexionar para encontrar recetas y repotenciar el poder de este estamento. Un par de ideas que podrían servir para mejorar esta célula legislativa son la necesaria financiación de las campañas por parte del Estado y eliminar la circunscripción nacional para elegir senadores. Solo un dato: el monto para ganar una curul en la cámara alta puede superar los 15 mil millones de pesos. No cualquier colombiano mayor de 25 años puede recaudar ese dinero para salir elegido a esa corporación.
Por eso con los proyectos de ley que se requieren para reactivar la economía, fortalecer la política sanitaria (porque vendrán otras pandemias) y garantizar la seguridad y la paz del país, al momento de votar por presidente y congreso de Colombia, los invito a recordar a Laserna y buscar en el tarjetón a los “dirigentes corbatín”.