Cabeza gacha

Mauricio García Villegas
26 de mayo de 2018 - 04:30 a. m.

Al inicio de la Revolución francesa, en febrero de 1790, la Asamblea Nacional expidió un famoso decreto conocido como “la Constitución civil del clero”. Allí se exigía que todos los sacerdotes juraran fidelidad al ideario revolucionario. Esa norma causó una fuerte reacción en el interior de la Iglesia: el papa la condenó, la gran mayoría de los obispos se negó a jurar y hubo una marcada división entre los sacerdotes que se sometieron y los que no.

En América Latina nunca pasaría algo semejante; más aún, es factible que pase lo contrario. En Ecuador, por ejemplo, el presidente Gabriel García Moreno decía, a finales del siglo XIX, cosas como esta: “¡Muera la Constitución y viva la religión!”. Algo de eso pasó en Colombia, hace poco, con el exprocurador Alejandro Ordóñez.

Pues bien, esta semana circula en redes sociales un video del candidato Iván Duque (aliado de Ordóñez) cuando asiste a una ceremonia religiosa en la que promete ser fiel a la Biblia por encima de todas las leyes del país. En el evento aparece un pastor que empieza por decirle a Duque lo siguiente: “El principio de la sabiduría es el temor a Dios”, a lo cual el candidato, con la cabeza gacha y el micrófono en las manos, asiente piadosamente. Luego empieza la plegaria y el pastor va soltando frases cortas que el candidato repite, tal como lo hacen los niños cuando aprenden a rezar con sus padres. En una parte de la oración se invoca a Jesús y se dice lo siguiente: “Y que tu palabra, la Biblia, sea mi libro de cabecera, porque como abogado entiendo que todas las leyes que rigen a Colombia provienen de esa, tu palabra. Gracias, Jesús”.

Tal vez lo más preocupante de todo esto es que no suscite más preocupación. No hay que ser un ateo o un enemigo de la Iglesia para condenar esta ceremonia. Tampoco había que ser enemigo de la Revolución para condenar el juramento de fidelidad que se exigía en la Constitución civil del clero. Cada institución tiene sus reglas, sus valores y sus dignidades, y es tan deshonroso para un Estado, para un gobernante o para un candidato presidencial subordinar la ley a un texto religioso, como para un sacerdote subordinar su fe a un ideario político o a una constitución.

Que esto ocurra no sólo es indigno, también es, para un eventual gobernante, un presagio de ilegalidad. Colombia es un país laico y pluralista, regido por una Constitución que es la fuente suprema de la ley y de la justicia, y en donde se respetan el pluralismo y la libertad de cultos. Poner la Biblia por encima de la Constitución (como lo hacía Ordóñez) es violar esta última y cambiar los fundamentos del poder y de la ley. Que un sacerdote o un pastor crean en esta jerarquía de normas no tiene nada de extraño ni de malo; lo que no puede ser es que un eventual gobernante crea en ello y prometa llevarlo a término durante su gobierno.

Al averiguar sobre este hecho me dicen que Duque no cree realmente en esa plegaria y que en ocasiones anteriores se ha pronunciado en contra de la idea de gobernar a partir de textos religiosos. Si eso es cierto, entonces esta ceremonia es un acto político amañado e hipócrita, cuyo único propósito es conseguir votos entre los cristianos más radicales. Es posible que esta última interpretación sea menos grave que la primera, en donde Duque realmente cree lo que reza. Menos grave tal vez, pero no deja de ser una prueba de que estamos frente a un candidato que no se toma en serio los principios que profesa, por más que ponga la cabeza gacha y el semblante piadoso.

 

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