Notas de buhardilla

Cabildeo carcelario

Ramiro Bejarano Guzmán
23 de diciembre de 2018 - 05:00 a. m.

Tiene razón el magistrado Luis Antonio Hernández al calificar de “disparate” la petición de Francisco Santos a un juez americano para que libere a Andrés Felipe Arias. Los gringos no deben entender la contradicción de los diplomáticos colombianos, pues mientras el embajador en Washington avala la falsa teoría de que Arias es un perseguido político, el de la OEA, el impresentable Alejandro Ordóñez, como procurador lo destituyó por los mismos hechos.

A lo de Santos se suman las desatinadas declaraciones de la ministra del Interior quien, desafiando a la Corte y su fallo ejecutoriado, afirma que Arias es inocente. Esa es la agenda del “subpresidente” Duque y del Centro Democrático (CD), pues desde la campaña electoral el entonces candidato afirmó sin ruborizarse que “Andrés Felipe Arias es una persona excesivamente perseguida” (https://www.semana.com/nacion/multimedia/las-declaraciones-de-ivan-duque-sobre-lo-que-opina-de-andres-felipe-arias/562284).

El CD ha insistido en esa versión de la persecución con la peregrina tesis de que solamente es corrupto aquel que roba, porque allá las otras indelicadezas no clasifican dentro de su cómodo entendimiento de lo que es corrupción. Bajo esa visión corrompida de lo que es o no corrupción, solo es corrupto el ladrón, no quien permita que otros se lucren o beneficien indebidamente. Por posturas como esas este país no sale del lodazal, como ha ocurrido, por ejemplo, en Bucaramanga, donde un juez consideró que el agresivo alcalde de Bucaramanga que le dio un puñetazo a un concejal no incurrió en un acto de corrupción. Están equivocados. Corrupción no es solo apropiarse de lo ajeno, sino traicionar la confianza pública, e inclusive la privada, dispensada en alguien. Ser corrupto es ayudar a que otros se enriquezcan ilícitamente, no rendir cuentas, ocultar información, perpetuarse en el poder o ejecutar maniobras para ello, utilizar un cargo en beneficio personal o de sus amigotes, o cualquiera otra conducta que lesione la credibilidad.

Nadie debe aterrarse de que Pacho Santos haya incurrido en el abuso de interferir ante la justicia americana para favorecer a Arias, pues estaba cumpliendo una promesa de campaña de Duque y su partido, quienes no se limitan a tenderle la mano al exministro prófugo que nadie ha perseguido. En efecto, el Gobierno actual tiene un itinerario que agotar en muchas cárceles, el cual es una prolongación del que de tiempo atrás vienen ejecutando Álvaro Uribe y Angelino Garzón, como lo sabe Néstor Humberto Martínez.

En un mitin político del CD en 2017 el traidor y tunante Angelino Garzón, por primera vez en su vida pública, se dolía ante sus correligionarios del momento por el crimen de Álvaro Gómez. Unos meses después Uribe se presentó en la Fiscalía para pedirle a Martínez Neira que oyera en declaración a varios narcos, también presos en Estados Unidos, que le hicieron conocer su intención de supuestamente colaborar para esclarecer el magnicidio en cuya investigación no invirtió un solo segundo de sus ocho años de gobierno. Ese repentino y tardío interés de Angelino y Uribe en este homicidio ni es casual, ni busca contribuir a la verdad y a la justicia, sino utilizarlo política, mediática y judicialmente para perseguir, aniquilar y silenciar a quienes consideran incómodos. Por eso no sería raro que el locuaz “embarrador” Santos anduviera husmeando en cárceles americanas, para que se cumplan los designios del “presidente eterno”. De lo mismo se contagió Duque, quien tocó las puertas de la Corte que ni él ni sus ministros respetan, para pedirle el dislate de que declare como de lesa humanidad el execrable asesinato de Gómez Hurtado, que aunque fue gravísimo, jurídicamente no tuvo esas connotaciones. Se alinearon los astros de ese universo siniestro del uribismo.

Y a todas estas qué dirá el canciller Trujillo de lo que lo han puesto a hacer sus mediocres subalternos. O estará esperando que Marta Lucía Ramírez se pronuncie, como en lo del intercambio de expulsiones con Venezuela.

Adenda. Confundir la sangre con la saliva y capturar al jefe de interceptaciones por andar “chuzando” solo podía pasar en la misma Fiscalía que además nombró como fiscal anticorrupción al extraditado Gustavo Moreno.

notas de buhardilla@hotmail.com

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