Cae Maduro, sube Colombia

Armando Montenegro
03 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

Las relaciones internacionales se conducen usualmente de acuerdo con dos grandes objetivos, muchas veces divergentes entre sí: por una parte, la búsqueda de los intereses económicos y materiales del país y, por otra, la defensa de los principios éticos y morales de sus instituciones y tradiciones políticas. Desde el punto de vista de Colombia, estos dos objetivos coinciden en forma estrecha respecto de la caída de Nicolás Maduro.

El fin del gobierno chavista sería altamente benéfico para los intereses económicos y estratégicos de Colombia: (i) la recuperación de la economía venezolana, guiada por un gobierno competente que reemplace a Maduro, le brindaría a Colombia grandes posibilidades de exportación de alimentos y productos industriales, así como oportunidades para las inversiones en Venezuela, de tal forma que el crecimiento anual de la economía colombiana podría aumentar entre un 0,5 % y un 1 % en los primeros años después de la caída de la dictadura; (ii) cesaría la masiva inmigración de venezolanos e, incluso, muchos de los que, acosados por el hambre y la miseria, vinieron a Colombia y fueron acogidos por nuestra sociedad, regresarían a su país (otros permanecerían y seguirían contribuyendo a nuestra economía); disminuiría, de esta forma, la presión sobre las finanzas públicas y los mercados de trabajo de Colombia; (iii) Venezuela dejaría de ser el santuario y guarida del Eln y otros criminales que hoy reciben protección y apoyo del gobierno chavista y que, con sus acciones terroristas, amenazan la seguridad y los negocios en Colombia; (iv) el vecino país dejaría de ser uno de los canales de distribución de la cocaína producida en Colombia y, así, facilitaría la lucha contra el crimen, especialmente en la zona fronteriza.

Desde el punto de vista de los principios políticos y éticos que defiende Colombia, con el fin del chavismo se restaurarían la democracia, la separación de poderes y el respeto de los derechos humanos; se acabaría la brutal persecución a la oposición y la prensa libre; terminarían las torturas, detenciones abusivas y desapariciones de personas contrarias a la dictadura. Y a la luz de los principios humanitarios, terminaría el horrible sufrimiento del pueblo venezolano agobiado por la miseria, el hambre y el deterioro de su salud y seguridad física.

Estas ventajas para Colombia, por supuesto, sólo se alcanzarían después de la caída definitiva del régimen chavista y su reemplazo por un gobierno democrático y competente, procesos que podrían tomar algún tiempo y, en el camino, sufrir demoras, retrocesos y complicaciones. El manejo de la transición, por lo tanto, debe ser especialmente cuidadoso y prudente.

Por ello, como lo aconsejan los analistas, Colombia debe distinguir bien entre la estrategia (el plan de acción, las posturas generales y la conformación de alianzas estables que propicien la caída de un gobierno contrario a nuestros principios, que ha dañado nuestra economía) y la táctica (es decir, las decisiones de corto plazo que deben adoptarse para alcanzar los objetivos deseados).

Como bien lo ha hecho hasta ahora el Gobierno, el manejo de la táctica debe guiarse con flexibilidad, cuidado y firmeza, nunca en forma aislada, siempre en conjunto con otros países de la región, en especial los del Grupo de Lima y, eso sí, evitando las soluciones militares.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar