Cambiar de estrategia

Indalecio Dangond B.
29 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.

Se ha vuelto costumbre en Colombia ver cientos de programas o proyectos de inversión pública y privada fracasados, sin ningún impacto en el crecimiento de la productividad de los productores del campo.

Mientras un informe del Word Economic Forum dice que en Pakistán se han plantado 750 millones de árboles en tres años con 500.000 personas y en la India, 66 millones de árboles en sólo 12 horas con un 1’500.000 personas, en Colombia, el proyecto “Ganadería Colombiana Sostenible” del Banco Mundial, el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF) y el gobierno británico, con una inversión de $81.810 millones, sólo ha logrado en ocho años conservar 17.162 hectáreas de árboles. De una meta de 50.500 hectáreas a 2020, sólo han podido ejecutar un 33,9%.

¿No era más fácil fomentar la siembra de dos hectáreas por predio ganadero? En una de mis columnas, propuse al Gobierno instituir este programa como una compensación ambiental por las emisiones de gases de efecto invernadero y la deforestación que ha causado la actividad ganadera. Sólo hay que crear una línea de crédito redescontada por Finagro, para financiar $6 millones por predio o productor a un plazo de 12 años, con garantía del vuelo forestal.

Si en Colombia existen 514.794 predios ganaderos (según censo del ICA), en un año se plantarían más de un millón de hectáreas de árboles. Con este esquema, los ganaderos compensan el daño ambiental, mejoran la biodiversidad de sus fincas e incrementan sus ingresos. Las certificaciones ambientales son las que más valor agregan al precio de un producto.

Otro caso que llama mucho la atención es el programa de Adopción Masiva de Tecnología (AMTEC) de Fedearroz, creado en 2012 para aumentar la productividad y reducir los costos de producción de los casi 18.000 productores de arroz del país. En seis años, las directivas del gremio se han gastado US$68 millones provenientes de las subastas de importación de arroz de los Estados Unidos, sin lograr subir el rendimiento de 4,7 ton/ha y reducir el costo por debajo de los $4 millones por hectárea. En menos tiempo Uruguay logró subir el rendimiento a 8,5 ton/ha; Perú, a 7,5 ton/ha; Honduras, a 6,9 ton/ha; Argentina, a 6,7 ton/ha y Paraguay, a 6,6 ton/ha.

¿No era más conveniente adoptar un modelo en buenas prácticas agrícolas? En Santander de Quilichao (Cauca), una compañía arrocera logró en seis meses que un grupo de productores de arroz aumentaran su productividad a 8 ton/ha, adoptando en forma correcta y gradualizada tecnologías sencillas que requieren mucho más de conocimientos adecuados que de insumos materiales.

El sector cafetero también requiere urgente de un revolcón en su estructura organizacional y productiva. ¿Cómo explicar que, después de tantos años de millonarias inyecciones de recursos públicos, no hayan sido capaces de lograr una economía de escala en su negocio? Cuando las cosas no están saliendo bien, hay que cambiar de estrategia. Es con este espíritu de objetividad y pragmatismo que los agricultores eficientes y exitosos están sobreviviendo en el marco de la globalización y sacando ventajas de las oportunidades que ella ofrece.

* Consultor en banca de fomento agrícola.

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