¿Cambio de época?

Santiago Montenegro
27 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Vivimos en una época de cambios rápidos y de grandes magnitudes, por lo que es común escuchar que esta no es una época de cambios, sino un “cambio de época”.

La Gran Recesión, que comenzó con la quiebra de Lehman Brothers, fue el punto de quiebre hacia una nueva era que parece estar caracterizada por factores como los siguientes. En primer lugar, el orden geopolítico que se estableció al final de la Segunda Guerra Mundial y que se extendió durante medio siglo, definitivamente terminó. De un mundo bipolar, de guerra fría, pasamos durante un par décadas a una hegemonía de los Estados y, luego, a otro multipolar en el que Estados Unidos, China, Rusia y, quizás, India luchan por poder e influencia a escala mundial. Quien crea que este es un factor ajeno a nosotros se equivoca y debe entender que el apoyo de Rusia y China al régimen de Maduro hace parte de esa confrontación.

Segundo, la revolución de las tecnologías de la información y las comunicaciones están transformando en forma radical todos los sectores económicos, los mercados laborales, los medios de comunicación tradicionales y el ejercicio de la política. En particular, el llamado cuarto poder, el de la prensa escrita y los canales tradicionales de la televisión, ha perdido buena parte de su poder e influencia, espacio que está siendo copado por las redes sociales, con consecuencias impredecibles.

Tercero, las ideas políticas e ideológicas, que estuvieron durante décadas dominadas por una visión de fractura entre las llamadas derechas e izquierdas, han pasado a ser dominadas por disputas culturales, en tanto la lucha de clases ha perdido protagonismo. Su lugar ha sido copado, al menos en parte, por el nacionalismo y por la religión, como lo ilustran el brexit, el separatismo catalán y la xenofobia en muchos lugares del mundo.

En cuarto lugar, y unido a los fenómenos anteriores, el cambio de época que estamos viviendo está también caracterizado por una situación en la cual la política ha pasado a repudiar a la ciencia y esta, por su lado, a ignorar y quizá también a despreciar la filosofía. Una consecuencia de este factor es lo que se ha bautizado como la época de la posverdad, en la que muchos políticos e ideólogos ignoran o desprecian las conclusiones científicas sobre una cantidad de temas, como el cambio climático, el calentamiento global o la desaparición de cientos de especies vivas. Aunque menos conocido y discutido, parte de los problemas que vivimos son también consecuencia de la arrogancia de corrientes científicas naturalistas, algunas estimuladas por la revolución digital, que han decidido ignorar los límites de la ciencia y de la tecnología, despreciando corrientes filosóficas que han argumentado que la verdad no se limita a la ciencia, sino que también se encuentra en las humanidades, las ciencias sociales, el arte o la religión.

Para responder a todos estos desafíos, no podemos olvidar que estos se producen, paradójicamente, como consecuencia del progreso y el conocimiento que trajo la modernidad, gracias a una concepción del ser humano como centro del cosmos y como alguien capaz de imponerse fines y propósitos, que trasciende el reino de la causalidad y la necesidad, precisamente el que explica y define la ciencia, para situarse en la esfera del deber y de la conciencia moral gracias a la libertad. Así, defender la libertad debe ser nuestro irrenunciable propósito.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar