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Cambio y consenso en política exterior

Arlene B. Tickner
19 de noviembre de 2008 - 11:46 a. m.

A propósito de las elecciones en Estados Unidos y la congelación del TLC se ha aludido en los medios a las dificultades que enfrenta Colombia para efectuar el cambio en su política exterior que la coyuntura demanda. 

Ante problemas internacionales de diversa índole se ha vuelto común ver al Presidente rodeado por el Ministro de Defensa y los militares, y no el Canciller, lo cual sugiere una preocupante neutralización del Ministerio de Relaciones Exteriores en la gestión diplomática nacional.

Quienes son por mandato constitucional los actores extra-gubernamentales que deben asesorar al Ejecutivo no están siendo consultados.  Me refiero a la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, CARE, un órgano de alto nivel creado a principios del siglo pasado para fomentar el consenso bipartidista sobre las relaciones externas.

Los que deben estar —expertos en política internacional, sindicalistas y defensores de derechos humanos, entre otros—  tampoco están. Y algunos de los que no tendrían por qué estar, como algunos ministros de gabinete, ahora están, gracias a la aprobación del Sistema Administrativo Nacional de Política Exterior y Relaciones Internacionales, que Felipe Zuleta identifica en su columna del domingo como un intento oculto del gobierno por monopolizar el manejo de la política exterior colombiana.

El columnista pone el dedo en la llaga al sugerir que nuestras relaciones con el mundo se han vuelto un proyecto personal y no nacional.  Seamos sinceros. La política exterior siempre ha sido un asunto de las élites y por ello susceptible de ser maniobrada en función de criterios clientelistas. La CARE, compuesta por ex presidentes, legisladores y delegados del Presidente, tampoco ha sido un espacio abierto de debate sino un claustro cerrado y excluyente.  A pesar de ello, su potencial para el acompañamiento estratégico y la creación de consensos es significativo. En lugar de fortalecerla, en la práctica se está anulando, no solo al no convocar a sus integrantes sino al crear una instancia paralela cuya relación con la CARE no es clara.

El gobierno dirá que este sistema constituye un avance, al crear un órgano de coordinación intragubernamental y otro que contempla la interlocución con los actores no gubernamentales. Sin embargo, será un simple retoque cosmético que no cambiará el estado terminal de la diplomacia sin el desmonte de las prebendas clientelistas, el fortalecimiento de la Cancillería, la articulación de la CARE y la creación de un esquema incluyente de participación social.

En política exterior la búsqueda de consensos es indispensable para crear políticas de Estado. La diferencia entre una mentalidad parroquial como la del presidente Uribe y la de un estadista moderno está en que el segundo sabe rodearse no solo de sus amigos, los que reciben órdenes sin cuestionarlas  y se dejan cooptar, sino también de sus contradictores y enemigos. Paradójicamente cuando los ojos del mundo están puestos en el país por temas como la parapolítica y los “falsos positivos” el gobierno necesita más a quienes considera sus opositores que a sus “amigos”.

Profesora Titular. Departamento de Ciencia Política, Universidad de los Andes.

 

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