“Caminar despacito, comer poquito y dormir solito”

Enrique Aparicio
18 de junio de 2017 - 02:00 a. m.

Con mi compañera llegamos a Cusco sin saber a qué nos íbamos a enfrentar.  Sólo la altura ya nos hacía sentir un cansancio adicional.  Esta ciudad fue capital del reino de los Incas hasta que los conquistadores, ávidos de riqueza, con Francisco Pizarro a la cabeza, entraron a hacer desmanes en diferentes partes de ese imperio.

Cuenta la leyenda que un grupo de indígenas, liderados por Manco Cápac y su hermana y consorte Mama Ocllo, salieron de una isla del lago Titicaca para buscar el lugar exacto donde fundar su ciudad según lo que Inti, el dios Sol, les había revelado: Ahí donde la varilla de oro que les entregó se hundiera hasta desaparecer. 

Tras mucho buscar, esto sucedió en el cerro Huanacaure, que fue donde fundaron el Qosco (hoy conocido como Cuzco o Cusco), que significa “ombligo del mundo”.  Esto sucedía en algún momento del siglo XII, aunque no fue sino hasta 1438, con el reinado del noveno inca, Pachacutec, que la ciudad floreció y se convirtió en el centro espiritual y político del imperio, que también creció en territorio a partir de entonces y hasta la llegada de los españoles.  En el momento de mayor esplendor, el reino incluía parte de lo que hoy es Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, lo que les daba unos 9,000 kilómetros de costa en el Océano Pacífico.

Volviendo a Cusco, su capital, a lo largo de 100 años construyeron fortalezas, palacios y templos alrededor de la plaza principal, lo que hoy es la Plaza de Armas.  Se dice que su riqueza en metales preciosos era tal que los muros de todas estas construcciones estaban recubiertos de láminas de oro o de plata.

Los conquistadores

Una frase es todo lo que se necesitó para cambiar el curso de la historia del imperio Inca.  “Si tan ansiosos estáis de oro que abandonáis vuestra tierra para venir a inquietar la ajena, yo les mostraré una provincia donde podéis a manos llenas satisfacer ese deseo.”  A los oídos de los conquistadores españoles estas palabras, pronunciadas por Panquiaco, un cacique indígena de la zona de Panamá, sonaron a gloria.  Él les habló de un reino al sur donde la gente era tan rica que utilizaban vajillas y utensilios en oro para comer y beber.  Según él se necesitarían pocos hombres para vencer a las tribus que habitaban tierra adentro y a las que estaban en las costas del otro mar.

Cuando Francisco Pizarro puso pie en lo que hoy es Ecuador, Atahualpa, el 13º inca, estaba en plena guerra civil contra su hermano Huascar por el control total del imperio, por lo que no le dio importancia a las noticias sobre la llegada a su territorio de un puñado de extranjeros.  Corría el año 1532 cuando acordó tener con ellos un encuentro amigable en Cajamarca, pero le tendieron una emboscada y lo apresaron.  Tratando de negociar su liberación, ofreció a los españoles una habitación llena de oro y dos habitaciones llenas de plata, para cumplir lo cual hubo que utilizar incluso las láminas que cubrían los muros del templo de Qorikancha.  De cualquier manera lo ejecutaron y los españoles, al mando de Pizarro, se dirigieron imparables a tomar Cusco, donde entraron el 8 de noviembre de 1533.

Los conquistadores se llevaron todo el oro y la plata que decoraba los edificios incas, además de que destruyeron muchos de sus templos para sobre ellos levantar iglesias y palacios. 

Dos años más tarde, a fin de tener acceso directo al mar, y por ende a España, Pizarro fundó la ciudad de Lima en la costa del Océano Pacífico y la nombró capital del Virreinato del Perú, dejando a Cusco sólo como cabecera de la administración virreinal del sur.

La luz de Cusco como capital del Imperio Inca se apagó.

Cusco es una ciudad llena de turistas que la toman como base para visitar el Valle Sagrado de los Incas e incluso Machu Picchu.   Pero dado que está situada a 3,399 metros sobre el nivel del mar, es necesario tomar precauciones para adaptarse a esta altitud. 

Los peruanos recomiendan, para el primer día, “Caminar despacito, comer poquito y dormir solito”.  Además, beber mucho té de coca para evitar el soroche, como llaman allá al mal de altura que resulta de respirar menos oxígeno del que estamos acostumbrados.  Otra opción es comprar una botella de oxígeno, que venden en casi cualquier tienda.

El You Tube muestra algunas plazas de Cusco y algo muy especial: un cuadro que está en la Catedral con la representación de la Última Cena, donde Cristo está comiendo cuy.  Este es un animal que parece un ratón grande, muy popular en Perú. Realmente el cuadro me impresionó, pero me gustó pues el pintor Marcos Zapata (1710-1773) buscó integrar ese tema católico con algo auténtico de los indígenas.

Después de visitar la catedral nos fuimos a comer.  A mi compañera, que disfruta conociendo los sabores de los distintos lugares que visitamos, se le hizo fácil pedir una causa con cuy, es decir, desmenuzado sobre puré de papa.  A ella le gustó, me dijo que es muy sabroso.  Yo no me animé a probarlo, aunque parece que Jesús y a los apóstoles sí lo hicieron.

Que tenga un domingo amable.

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