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Campamentos vacíos

Andrés Hoyos
23 de diciembre de 2009 - 04:22 a. m.

EN COLOMBIA HAY VARIOS ESPERpentos viales, pero quiero hablar de la carretera de doble calzada entre Bogotá y Girardot, cuyo largo nombre, por lo pronto, tan sólo contiene dos elementos ciertos: las ciudades que debe conectar. Lo demás está en veremos.

Tuve la ocasión de recorrer el trayecto de ida y vuelta y puedo dar fe de lo que sigue. El lunes 21 de diciembre, un día de trabajo como cualquiera, apenas había una máquina parada en todo el recorrido. De resto, no había trabajadores haciendo nada en ninguna parte. Con frecuencia se ven trozos interrumpidos y enmalezados, lo que significa que nadie los toca hace marras. Afirmaba unos meses atrás el gerente del concesionario, Francisco Gnecco, que el avance de la construcción es del 65%, pero yo creo que el hombre alucina, pues no vi más del 30% con la doble calzada completa. Lo terminado, por lo demás, está en sectores planos, donde el costo de construcción es mucho más bajo. Un comunicado de la empresa advierte que el 23 de diciembre se interrumpen las labores por Navidad. ¿Y eso? ¿Perjudican a los usuarios con su atraso y de todos modos se van de farra? ¿Quién dijo que no se puede trabajar sin obstaculizar el tráfico? Uno no sabe si esta actitud deriva de la ineptitud o de la mala fe.

Recordemos que en 2004 el inefable ministro de Transporte, Andrés Uriel Gallego, adjudicó el contrato contra las objeciones de la Procuraduría. El Ministro aseguraba que la obra iba a estar lista en 2008, luego que 2009, más adelante que 2010, y por lo que yo vi es imposible que la obra esté lista antes de fines de 2012, si acaso regresan de vacaciones, o sea cuatro años después de lo prometido. ¿La lógica económica? Algo raro ha de haber, porque a todo lo largo los concesionarios siguen cobrando los peajes pese a que se gastan el dinero con cuentagotas.

Y cobrar, vaya que cobran. Si uno pasa por Funza para evitar el endiablado tráfico de la zona de Soacha, un carro común y corriente termina pagando $42.800 en peajes para ir y volver a Girardot. ¿A cambio de qué? De un recorrido tasajeado que acumula años de retraso.

El Estado trata a los concesionarios como si fueran hijos calaveras. Un día el Ministro los regaña; al siguiente les da lo que piden para que se vayan de rumba. Según el documento 3535 del Conpes, la concesión recibirá 178 mil millones de pesos adicionales. ¿Por qué? Pues porque no previeron muchos gastos. ¿Y entonces para qué se hizo la licitación?

Desde un comienzo ha habido irregularidades y atrasos por parte del denominado Grupo Nule, el problemático ganador del proyecto. Este año, por ejemplo, se supo que la Dirección Nacional de Estupefacientes les había prestado $26 mil millones incautados a los narcos. Así, el Estado concesiona para no tener que financiar y luego presta para que el concesionario se financie. ¿Como mínimo, entonces, son buenas pagas? Ni por las curvas; viven pidiendo prórrogas. Y hablando de prórrogas, la Ley 1150 de 2007, aprobada por el Congreso admirable que hemos padecido en estos últimos años y firmada por el Presidente, permite prórrogas hasta del 60% del plazo original de un contrato con el Estado, previa aprobación del Conpes. ¿A qué genio se le ocurrió un porcentaje tan absurdo? O sea, si puedo demorarme 60% más de lo que dije, lo que dije carece de valor.

El Grupo Nule, claro, aspira a que papá Gobierno lo premie con parte de la Ruta del Sol. ¡Y güepajé!

andreshoyos@elmalpensante.com

 

Esta columna reaparecerá el 13 de enero.

 

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