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Campo y ciudad, turismo y desarrollo

Juan Pablo Ruiz Soto
06 de enero de 2009 - 11:35 p. m.

EN ESTA ÉPOCA DE VACACIONES, donde muchos ciudadanos, que normalmente habitamos en centros urbanos, visitamos el campo, se hace más evidente el desequilibrio entre el campo y la ciudad. Hoy el 75% de la población colombiana vive en las ciudades y el producto agropecuario sólo representa el 12% del PIB nacional. Cada día la riqueza está más concentrada en el medio urbano, y el abandono y la migración siguen predominando en el campo.

La ciudad de Bogotá tiene un ingreso per cápita que es el doble del promedio nacional y cuatro veces superior a muchos de los municipios cercanos. Estos desequilibrios generan problemas graves pero al mismo tiempo son una oportunidad para algunos municipios vecinos de las grandes ciudades. El turismo rural, el agroturismo y el ecoturismo son una importante alternativa para lograr que parte de la riqueza que se genera en las ciudades se transfiera al campo, vendiendo bienes y servicios a los turistas urbanos. Una tendencia global es que en el tiempo libre, los ciudadanos buscan paisajes rurales y vida al aire libre, como compensación. En Costa Rica el turismo rural es una de las tres principales actividades económicas del país.

Como ejemplo, cerca de Bogotá hay excelentes escenarios que ofrecen alternativas de turismo para todos los gustos. Desde las ya tradicionales piscinas y lugares de rumba en Girardot y Melgar, aguas termales en Machetá y Paipa, escalada en roca y ciclo montañismo en Suesca, Nemocón y Sesquilé, caminatas por paisajes paramunos en el Sumapaz y todo lo que ofrece Boyacá en arquitectura y tradiciones populares. Una oferta muy variada sin tener que desplazarse grandes distancias. Algo similar sucede en Medellín, Cali o Bucaramanga, donde la diversidad de paisajes y climas hace que los ciudadanos puedan disfrutar del campo a cortas distancias de sus lugares habituales de trabajo.

Un turismo bien planificado e impulsado con criterios democráticos y de sostenibilidad social y ambiental puede ser eje para el desarrollo rural, pues significa la posibilidad de ofrecer localmente hospedaje y dinamiza la oferta de los productos del campo; no sólo de alimentos, sino también de cabalgatas, servicio de guianza, observación de aves, y tantas otras cosas que dependen de la creatividad tanto del oferente como del demandante. El turismo es una actividad económica que cada día toma más fuerza y debe estar en la mente planificadora de las administraciones locales.

La cercanía a la ciudad también es un riesgo, pues los municipios pobres pueden convertirse en receptores de los residuos urbanos y de sus negativos impactos sociales y ambientales. Las grandes ciudades pretenden transferir contaminación y basuras a municipios vecinos que no tienen que ser receptores de estos desechos, subsidiando a los centros urbanos al absorber parte de sus desechos contaminantes. Es apenas justo, que en medio del gran desequilibrio campo-ciudad, no se exporten los males al campo, como hoy sucede con la entrega irresponsable de aguas contaminadas a los municipios vecinos, o el desplazamiento de industrias contaminantes, o con los intentos de generar grandes basureros para sacar los residuos de los centros urbanos.

La basura transfiere un alto costo social y ambiental y empieza a exportarse a otras regiones y a sectores pobres de la población. Las administraciones locales y los pobladores rurales tienen que estar atentos para evitar que con señuelos de corto plazo se destruyan alternativas de desarrollo sostenible de largo plazo. Un municipio receptor de basura de una gran ciudad está perdido para el turismo y asegura importar problemas sociales y ambientales muy serios. Las ciudades deben solucionar dentro de sus localidades los problemas que generan y desarrollar mecanismos para disminuir la producción de basuras y mejorar su manejo. Bien por el Ministerio de Ambiente y la sanción a quienes desde los vehículos botan en las carreteras por donde transitan los desechables que utilizan.

Es necesario seguir impulsando medidas para desincentivar la producción de basuras, promover el uso de retornables y cobrar a quienes generan basura por el impacto y agresión contra la sociedad y el planeta. Esperamos que la campaña de no arrojar basura en las vías públicas sea el punto de partida de una propuesta nacional para disminuir la producción de basura y manejar responsablemente en cada municipio la basura que se produce. Es urgente tomar conciencia de la necesidad de producir menos basura.

* El autor es economista con especialidad en manejo de recursos naturales en el Banco Mundial. Los puntos de vista aquí expresados son del autor, no representan ni pueden atribuirse a la entidad para la cual trabaja.

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