Caos inglés

Oscar Guardiola-Rivera
21 de noviembre de 2018 - 03:00 a. m.

La responsabilidad del caos actual en la política británica les corresponde por completo a los conservadores. El llamado a un referendo acerca de la posibilidad de salir de la Unión Europea fue hecho por el anterior Gobierno conservador de David Cameron. La razón de este poco tenía que ver con la realidad de las relaciones entre Gran Bretaña y la UE y mucho que ver con una división interna del partido conservador casi tan vieja como el mismo. Durante la campaña, los conservadores euroescépticos se dedicaron a inflamar nostalgias coloniales y el sentimiento racista, nacionalista y antiinmigrante, al tiempo que hacían promesas falsas y ponían en circulación toda clase de mentiras.

Ahora la primera ministra, Theresa May, propone la también falsa opción entre su propuesta de brexit o que la salida de Gran Bretaña se produzca sin acuerdo alguno con la UE. Peor aún, haciendo uso del expediente que se ha vuelto común entre los nacionalistas de las derechas más recalcitrantes, presenta a un sector de la población —en este caso los ciudadanos de la Unión— como chivo expiatorio al acusarlos de tener privilegios y “saltarse la cola” de los imposibles procedimientos para inmigrantes.

Es dable pensar que cuando su propuesta de brexit sea puesta a votación por parte del Parlamento, la presión sobre estos para aprobarla será inmensa. En particular, sobre los parlamentarios laboristas cuyos votos son necesarios para dicha aprobación, dado que la primera ministra no cuenta ni siquiera con el apoyo de la totalidad de los miembros de la bancada de su propio partido.

La posibilidad de que los mercados respondan de manera aún peor a una eventual derrota de la propuesta de May tras la primera votación parlamentaria será utilizada, sin duda, para torcerles el brazo a algunos laboristas. Con todo, como ya dije, se trata de una falsa opción. Los parlamentarios pueden derrotar la propuesta de May y al tiempo incluir una enmienda de urgencia que desapruebe también la posibilidad de una salida de la UE sin acuerdo previo.

En tal caso podría tener lugar una moción de censura, pero esta debería dirigirse no solo contra la primera ministra sino contra todo el Gobierno, dado que la responsabilidad por estas decisiones es colectiva. Los laboristas propondrían al electorado sustituir la caótica posición de May por la suya propia y dotar de renovada legitimidad a un Gobierno diferente para negociar de manera rápida con la UE. Sin embargo, es tal el terror de las élites —no solo la conservadora— ante la eventualidad de un Gobierno socialista liderado por Jeremy Corbyn, actual jefe de la oposición, que ello bien puede no tener lugar.

En tal caso, la opción restante incluiría un segundo referendo que de seguro será aún más polarizante y tóxico que el anterior, dada la opacidad de las opciones. Los historiadores del futuro tendrán la tarea de explicar el suicidio político de la democracia parlamentaria, que solía citarse como ejemplo de estabilidad.

 

 

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