Capitalismo de amigotes

Luis Carlos Reyes
20 de diciembre de 2018 - 07:00 a. m.

Escribo antes de que termine el debate en la Cámara sobre la Ley de Financiamiento, pero lo más probable es que pase y conceda por lo menos 9 billones de pesos en recortes de impuestos a las empresas. Se supone que el propósito de la ley era financiar al Estado. Pero lo cierto es que, según los mismos cálculos del Ministerio de Hacienda, los efectos de la ley a 2020 son una reducción, no un aumento en el recaudo tributario. Pronóstico: es muy probable que en menos de dos años nuevamente resultemos con un presupuesto “desfinanciado”, como ya lo está anticipando la prensa financiera internacional. El hueco, independientemente de cómo nos lo expliquen, va a tener todo que ver con los enormes beneficios que ahora se les están concediendo a las empresas, y un ministro de Hacienda muy serio y responsable nos va a informar que ahora sí llegó el momento de ponerle IVA a la canasta familiar.

Ante esto, un grupo de académicos –incluyendo decenas de doctores en economía, profesores y decanos de economía de las principales universidades del país, entre otros– firmamos una carta urgiendo al Congreso a que no se apresurara a desfinanciar al Estado sin antes examinar qué tanto contribuyen al crecimiento económico del país estos beneficios tributarios, y los más de 200 que según la DIAN ya existen.

Entendámonos: como economistas en su gran mayoría de la escuela neoclásica (especulo que a todos nos han acusado de neoliberales por lo menos una vez en la vida), comprendemos y dictamos clase todos los semestres sobre la importancia del libre mercado y la iniciativa privada para el crecimiento económico. Pero en Colombia nunca hemos tenido una verdadera economía de libre mercado, sino lo que se conoce como crony capitalism, o capitalismo de amigotes.

En el capitalismo de amigotes, el Estado está capturado por los intereses de un grupo limitado de empresarios poderosos, que no están interesados en la libre competencia sino en que el gobierno les ayude a proteger sus monopolios y a extraer rentas del gobierno - es decir extraerlas de los mismos contribuyentes que vamos a financiar estos 9 billones.

Dos ejemplos de capitalismo de amigotes en la ley de Financiamiento son las tasas preferenciales a las “mega inversiones” y a la “economía naranja”. Con las provisiones para las “mega inversiones” se les reduce a 27% el impuesto a la renta a las empresas que inviertan más de 1 billón de pesos, mientras que todos los demás empresarios van a pagar el 30%. ¿Cuál es la justificación técnica, rigurosa, académica de este beneficio? Ninguna. Pero dado que son pocos los empresarios que tienen 300 millones de dólares para invertir, se trata de un beneficio que va con dedicatoria, nombre y apellido: es capitalismo de amigotes.

En cuanto a la “economía naranja”, concepto inventado por el Presidente durante su tiempo como funcionario del BID, puede que no sea capitalismo de amigotes, pero es por lo menos capitalismo de amiguitos. No serán inversionistas tan acaudalados como los de las mega inversiones, pero para que sus empresas sean reconocidas como parte de la “economía naranja” y sean exentas del impuesto a la renta, necesitan el aval del Ministerio de Cultura, y, como el presidente nos lo ha recordado recientemente, el que nombra a los ministros es él.

En Colombia, es verdad, hay muchas empresas que pagan demasiados impuestos: pero no son las que tienen recursos para gestionar favores políticos en el Estatuto Tributario. Se necesita ya una valoración técnica e imparcial del valor social de las exenciones tributarias, porque los favores a los empresarios bien conectados los terminamos pagando nosotros.

* Ph.D., profesor del Departamento de Economía y director del Observatorio Fiscal, Universidad Javeriana.

Twitter: @luiscrh

 

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