Carrasquilla: el imperturbable

Juan David Ochoa
25 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.

Si alguien sostiene aún el beneficio de la duda ante el actual Gobierno y su peligrosa reducción de la complejidad social a una solución estrictamente bancaria y salvajemente utilitarista, que gire su atención de ese espectáculo de pacifismo hipócrita y triste de Iván Duque a las pragmáticas decisiones de sus ministros reales, y escuche detenidamente al fundamental: Alberto Carrasquilla Barrera, el draconiano ministro de Hacienda que ha llegado a ordenar la guía de gastos del arca pública con la ferocidad de un plutócrata.

No tiene la mínima intención de matizar sus máximas de banquero pragmático y aislado de cualquier lloriqueo de los marginados para hacer lo que tenga hacer y salvar las únicas arcas que importan; las que no deben tocarse nunca aunque se caiga el mundo y se revienten los excluidos. Ya lo había hecho con frialdad en los años iniciales del uribismo: fue el artífice de los recortes principales que agigantaron el abismo entre los criollos monárquicos y los zambos de esas clases sin garbo y sin rentas, sin potencial de préstamo o pasado crediticio; fue el mismo que desestructuró el sistema pensional y afianzó las viejas políticas de usura (4x1.000) que se implementaron temporalmente por una urgencia poco argumentada y divulgada y se fijaron para siempre como un impuesto naturalizado, y es el mismo que propone ahora el alza del IVA a toda la canasta familiar, porque la economía lo exige (siempre lo ha exigido) y un Sisbén para ricos. El chiste cruel sería una trivialidad entre la tradición de la barbarie y la adaptación progresiva a la humillación y al ultraje si fuera solo eso, un chiste; pero no lo fue: la frase tiene toda la honestidad de su pensamiento y de su interpretación del deber ser del sistema financiero que nunca debe perder quilates de poder y de equilibrio aunque se estalle el otro lado de la vida: los sobrevivientes que deben responder a la banca, aun con su dignidad, si su deseo es seguir viviendo.

Carrasquilla ha vuelto a ser llamado al gabinete ministerial como la voz trascendental que sostendrá los objetivos vitales del paradigma uribista: el poder para los gremios empresariales, desde su propio diseño para sus círculos y desde sus propios intereses para sus arcas: políticas que les permitan respirar aunque gran parte de sus cuentas se encuentren respirando en paraísos fiscales; recortes arancelarios que los inciten a engrosar las teorías de una razón social empresarial que algunos cumplirán por convicción, y gran parte lo hará por otros intereses secretos y sabidos. Otro número sustancial, por supuesto, inventará otra excusa para no incrementar los salarios por motivos alternos, y la ambición seguirá el ritual de la usura que se verá reflejada, después, en otros tiempos críticos que exigirán nuevas reformas y nuevos impuestos bajo las capas sociales del pacto que les ayudarán a respirar de nuevo para retomar la solidez y la esperanza en una nación con un futuro estable.

Colombia sigue jactándose de ser el país más aplaudido por su equilibrio económico, pero el aplauso proviene del Fondo Monetario Internacional, que solo vigila la capacidad de pago de los países que le adeudan. No se habla nunca aquí de los costos de ese progresivo equilibrio fiscal y de esa admiración de los fondos externos. El hambre no es una estadística para la banca internacional. Lo sabe muy bien el ministro Carrasquilla, por eso ha llegado otra vez a dirigir sin corazón. Tiene toda la impudicia para seguir al mando sin que los muertos del desbarajuste social le perturben el sueño.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar