Publicidad

Cartagena Hay Festival, mundos aparte

Juan Pablo Ruiz Soto
04 de febrero de 2009 - 12:43 a. m.

RECIENTEMENTE PARTICIPÉ EN EL Hay Festival en Cartagena, un evento de intercambio de ideas e interpretaciones del mundo, donde tuve la oportunidad de compartir una conversación con Rosie Boycott, periodista ambiental y asesora de medio ambiente del alcalde de Londres, y Jeremy Leggett, activista y empresario, también inglés, líder en el desarrollo de sistemas de energía solar.

La conversación hizo evidente la gran diferencia en la forma de entender y vivir el cambio climático (CC) o calentamiento global, según se pertenezca a un país de alto ingreso percápita o si se vive en un país como el nuestro, donde el reto principal es superar la pobreza y disminuir las desigualdades sociales.

Para los ingleses hay esperanza de evitar el CC, pues cada día toma mayor fuerza el uso de fuentes alternativas y sostenibles de energía, se construyen edificios con criterios bioclimáticos que usan menos energía, aumenta el mercado de bonos de reducción de emisiones y crece la oferta y demanda de autos híbridos. Sobre estos temas giró la reflexión de los ingleses.

Todo lo anterior es necesario y los indicadores presentados en la Unión Europea (UE) son positivos y apuntan en la dirección correcta, pero están lejos de nuestras prioridades y de generar un impacto global importante.

Miremos algunas cifras: entre 1990 y 2005, la UE ha reducido sus emisiones de gases efecto invernadero (GEI) 4%, lo cual es un gran logro en términos de demostrar que es posible sostener y mejorar los niveles de calidad de vida, al tiempo que se reducen las emisiones. Este logro se anula por el incremento de los GEI en el planeta, pues todo el resto del mundo sigue aumentando sus aportes. En el mismo período Estados Unidos incrementó 16% sus emisiones de GEI,  conservando el vergonzoso primer lugar como país emisor. China, que en 1990 no se contaba entre los 20 países que más aportaban GEI, pasó a ser el segundo en sólo 10 años, disputando la primacía con Estados Unidos. Además, todos los países con ingreso medio y bajo aumentaron sus aportes e hicieron más intensivo el uso percápita de energía.

Entre los países hay grandes diferencias en ingreso económico y en generación de CO2  percápita. En 2005, un norteamericano tuvo un ingreso percápita 25% superior al de un habitante de la UE, diez veces superior al de un habitante de China y siete veces mayor que el de un colombiano promedio. En términos de GEI, un norteamericano consumió bienes y servicios que generaron el doble de las emisiones de las asociadas a un habitante de la UE, cinco veces las de un Chino y 17 veces más GEI que las de un Colombiano promedio.

Los europeos, que han hecho el mayor esfuerzo en disminuir la generación de GEI por habitante, aún consumen en promedio siete veces más que un colombiano y tienen un ingreso promedio seis veces superior al nuestro. Las dos preguntas claves son: ¿cómo alcanzar un nivel de bienestar similar al de ellos, sin generar siete veces más emisiones por habitante, y cuál debe ser el nivel de compromiso de los países ricos generadores del CC para enfrentar la crisis?

Si sólo se sigue trabajando como se ha hecho hasta ahora y si el compromiso de los países ricos se limita a ajustes tecnológicos y moderados cambios de comportamiento en el interior de esas sociedades, no lograremos como planeta disminuir el actual proceso de CC, que avanza a ritmo preocupante y afecta con mayor fuerza a los grupos más pobres y vulnerables de los países pobres.

Dado que el 70% del comercio mundial se realiza entre los países ricos, sería importante que la UE y otros países comprometidos con el CC tomasen medidas económicas, como no comprar bienes y servicios a los países que no se comprometan con las metas de Kioto. Adicionalmente, en todo el mundo se debe poner impuestos a los empresarios que no adecúen sus tecnologías a procesos productivos amigables con el medio ambiente y a los consumidores que demanden productos que generan desechos innecesarios, agrediendo el medio ambiente. Estos recursos deben gastarse en financiar el uso de tecnologías limpias en el mundo en desarrollo, apoyar un crecimiento económico que requiera bajos niveles de carbono y compensar económicamente la conservación del bosque tropical, lo que contribuye significativamente a la estabilidad del clima global. Obviamente, los países tropicales tienen un costo económico por no usar esos territorios para otros fines productivos que generen beneficios de corto plazo y compensar ese costo de oportunidad es crucial para tener resultados inmediatos en términos de detener la destrucción del bosque.

Aplaudimos la gestión de CC en UE, pero si queremos evitar los gravísimos efectos del CC, es urgente tomar medidas radicales, de fondo y de fondos. Para ello, tenemos que prepararnos para el debate y las negociaciones que sobre CC se darán en Dinamarca a fines de este año.

* El autor es economista con especialidad en manejo de recursos naturales en el Banco Mundial. Los puntos de vista aquí expresados son del autor, no representan ni pueden atribuirse a la entidad para la cual trabaja.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar