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Cartas de los lectores

Cartas de los lectores
11 de septiembre de 2013 - 08:56 p. m.

No es común que se retire un premio a alguien; es más usual que lo devuelva cuando siente o percibe que la adjudicación de un determinado galardón empieza a olvidar los propósitos que llevaron a su instauración, restándole valor y dignidad para quienes lo recibirán en adelante.

Por eso, conocer que el Comité Nobel del Parlamento de Noruega haga una solicitud para que se retire el premio al presidente Barack Obama resulta llamativo y positivo. Desde el principio le quedó claro al mundo que ese premio no se lo merecía. La sola expectativa que despertó y que era eso, expectativa, esperanza, ilusión…, no era mérito suficiente, ni siquiera para nominarlo, mucho menos para otorgárselo. Allí no se equivocó Obama, se equivocó el Comité y qué bueno que rectifique, porque se convierte en una lección para todos.

La selección de personas para distinguirlas con premios de cualquier categoría debe ser justa y transparente. Los criterios deben ser tan claros que no den lugar a equivocaciones como en las que incurrieron en Noruega. Con seguridad que eso le pasará a la Academia sueca también, pues a veces las distinciones desconciertan, y no me refiero, necesariamente a los de Literatura y Paz, que son los que más se conocen. ¿Cómo serán las equivocaciones y las injusticias en otras áreas del conocimiento? A veces se contamina de política y allí se pierde casi todo.

En todo caso, la actitud del organismo es sincera y noble al punto de señalar que: “las políticas seguidas por el presidente Obama, tanto en lo referente a política exterior, especialmente en Oriente Medio y Norte de África, como el inaceptable recorte en libertades de los ciudadanos de su país y del resto del mundo, con la utilización de programas espía como Prism, el mantenimiento de la prisión de Guantánamo, etc., hacen que considere totalmente inadecuado que ostente este galardón, por no ser merecedor del mismo”.

Esto también significa que cuando alguien recibe un premio, la responsabilidad no termina en el momento de recibirlo y agradecer. El compromiso es mantener la coherencia hasta el fin de la vida. Estas lecciones no deben pasar desapercibidas en ninguna parte, en ninguna organización pública y privada.

Ana María Córdoba B. Pasto.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com.

 

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