Publicidad

Cartas de los lectores

Cartas de los lectores
16 de septiembre de 2013 - 11:04 p. m.

Coincido con el editorial del domingo, pero no pude encontrar la manera de poner en la etiqueta #EsLaHoraDeLaPazPorque mi opinión completa. Por eso, acudo a una carta para decirles que Es La Hora de la Paz Porque:

Después de medio siglo de guerra fratricida, todo ha sido inútil: la pérdida de los mejores hombres, el derramamiento de la sangre inocente y el gasto de las más ingentes sumas del dinero de los colombianos. Porque sólo después de esa inutilidad las partes se convencieron de que ninguna logró sus propósitos. En este choque violento la cresta de las Farc estuvo en los años noventa con la guerra de posiciones, la toma de bases militares y la retención de tropas. 

La cumbre cimera la coronó el establecimiento entre 2002-2008, con el bombardeo extraterritorial, la liberación de los retenidos y los falsos positivos. Pero en esa parábola de la guerra, ni el ejército oficial, —el más poderoso y equipado de Latinoamérica—, fue capaz de diezmar al ejército rebelde, ni las Farc de alcanzar la Plaza de Bolívar: es el empate asimétrico de la guerra. 

Ese grado de conciencia, esa certeza incuestionable, es la razón para que las partes en conflicto vuelvan a la mesa de diálogo.

 Porque el diálogo de La Habana es la victoria de la inteligencia sobre la fuerza o la derrota de las armas por la dialéctica. Porque la guerra es la imposición de la fuerza bruta al talento intelectual. Ante la pequeñez de su inteligencia, quienes defienden unos intereses mal habidos, recurren al odio y empuñan las armas para vencer a quienes tienen la razón y usan la palabra para hacerla valer. Ese es el drama de la guerra, hecho realidad en el Gorgias de Platón. Allí se enfrenta la palabra de Sócrates contra la espada de Calicles. Ante su incapacidad dialéctica, Calicles abandona el diálogo, agarra su espada y reta a Sócrates a que haga lo que quiera. Ese es el secreto bien guardado de la guerra: la incapacidad dialéctica.

Ante el diálogo en La Habana hay optimistas y pesimistas. Son optimistas los dialécticos, los discípulos de Sócrates. Son pesimistas los devotos ciegos de la fuerza: acobardados por el uso de la razón, prefieren las armas para vencer y aniquilar antes que utilizar la palabra para persuadir y convencer. No les temen a los cilindros de las Farc —porque para ello tienen los aviones supersónicos y miles de toneladas de bombas inteligentes—, sino al discurso de Timochenko en el Congreso. 

Rafael Antonio Ballén .Bogotá.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar