La semana pasada, los medios registraron el escándalo que sacude a Airbus, gigantesca multinacional y principal compañía fabricante de aviones del mundo.
Debo decir que el caso Airbus, si bien no me sorprendió —pues ya nada en materia de corrupción causa en mí esa sensación—, sí me revivió el escándalo de Odebrecht. Ambos casos enseñan que la corrupción empresarial es universal y a todo nivel. Es más, como varias veces lo hemos dicho en público y privado, y a grito herido desde la institucionalidad, la corrupción está incrustada en el ADN de algunas empresas; por fortuna, no en el de todas.
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