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Castrochavismo intelectual

Mauricio Rubio
01 de octubre de 2020 - 03:00 a. m.

Como abogado, el célebre exjuez Baltasar Garzón defiende esbirros del régimen de Maduro. Los gringos, según él, los detuvieron por razones políticas. Simpatizantes de gobiernos populistas totalitarios aún afirman que los cubanos cayeron en manos del comunismo por el bloqueo norteamericano.

William Ospina, ya incapaz de defender al dictador venezolano, lo criticó advirtiendo que “la única forma en que Venezuela superará el desastre será retomando los postulados originales del chavismo”. Cita a García Márquez: “si la revolución nacionalista caribeña hubiera sido respetada, muchos de sus errores y excesos no habrían ocurrido”. Las tiranías de izquierda según estos lunáticos, que viven bajo un sistema político y económico que desprecian, no surgen por la palpable vocación autoritaria de sus líderes sino por restricciones comerciales del imperio yanqui.

Aunque quien introduce a Ospina afirma que “conoce a fondo la realidad del (vecino) país” el escritor parece no haber hablado nunca con personas de clase media, como él, que progresivamente se empobrecieron con las decisiones autónomas de dictadores que no soportan los precarios pero valiosos mecanismos democráticos contra la concentración de poder. Peor aún, buena parte de la miseria en Cuba y Venezuela resultó del afán obsesivo por destruir cualquier vestigio del sistema capitalista para reemplazarlo por un embeleco supuestamente igualitario y empeñado en la justicia social.

Pedro Enrique Rodríguez, académico venezolano refugiado en Colombia, lugar que tantos de sus pares desprecian dizque por no haber evolucionado desde la Colonia, habla de los estragos psicológicos del chavismo, por ejemplo, el “profundo sentido de deterioro, de desgaste y de daño” que se siente en su país.

Una amiga arquitecta salió obligada de Venezuela hace tres años. Recuerda con espanto una charla a mediados de los 90 con un influyente profesor de la Universidad Central de Venezuela, donde ella también enseñaba, cuando apenas empezaba el régimen respaldado e idealizado por Ospina.

En la cafetería de la facultad, ella manifestó su inquietud por el decaimiento que mostraba la universidad: burocracia, dificultad de gestionar lo que ya parecía un elefante blanco, indicios de corrupción… Preguntó cómo se resolverían tantos problemas. La respuesta fue “claramente un desahucio, una condena a muerte”. Para el iluminado colega, la universidad, como muchas instituciones, había que “destruirla, acabarla… que no queden ni las cenizas”. Si algo se mantuviera podría resurgir el mismo monstruo. Mi amiga nunca olvidó esas palabras que en retrospectiva ve premonitorias de lo que el chavismo apoyado por Cuba terminó haciendo. “Eso ha pasado con nuestro país, esta ideología socialista del siglo XXI ha tenido como objetivo destruir todo lo que había y lamentablemente a cambio de nada… todo se quedó en palabras”. Este testimonio, en últimas asimilable a una discusión técnica sobre prioridades de política educativa, conmueve menos que los avatares domésticos progresivamente enfrentados por la clase media venezolana a la que pertenecía todo el cuerpo docente, que alguna vez tuvo excelentes salarios en la universidad pública venezolana.

Otra amiga caraqueña, profesora toda su vida, tiene varias historias desgarradoras sobre “la incertidumbre cotidiana y esos pequeños, y a veces secretos, episodios privados, que también delatan el sufrimiento”. Por no salir antes de Venezuela vio reducida su pensión de algo más de 250 mil dólares a 12 mil. Algunos colegas que aún siguen allá encuentran que ahorros de toda una vida para garantizar el retiro valen hoy menos de 100 dólares. Difícil culpar a los gringos por la irresponsabilidad del manejo monetario causante de la hiperinflación.

Consciente de que sus propios rituales para porcionar y guardar la comida cambiaban por la necesidad de consumir menos, mi amiga empezó a notar que una colega suya y su esposo habían adelgazado. Al preguntarle a ella qué le pasaba recibió evasivas. Tuvo que hacerla caer en cuenta que si quienes enseñaban disciplinas sociales silenciaban lo que estaba ocurriendo a nadie podría pedírsele que hablara o denunciara. Así supo que la progresiva pérdida de peso de esta pareja de profesores universitarios se debía a que del pedazo de pollo que usaban para hacer sopa tenían que darles la carne a los hijos pequeños. Ahora ellos sólo se alimentaban con el caldo.

Alguna vez me topé a William Ospina en un supermercado bogotano grande y bien surtido. Su compra no era tan voluminosa como la de las señoras burguesas que son motivo de burla por parte de intelectuales que al morir Fidel Castro lo despidieron con “hasta siempre comandante”. Su figura no denotaba ninguna deficiencia alimentaria, ni su tranquila actitud hojeando revistas reflejaba preocupación por esbirros de la censura obsesionados por controlar lo que se publica y se lee en los medios, ni siquiera mostraba molestia por las personas que piden algo de comer a la salida del almacén. Al alabar un régimen militarista lejano que no altera sus rutinas cotidianas, la élite erudita de una democracia precaria e imperfecta puede decir sandeces.

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Megas Alexandros(2475)02 de octubre de 2020 - 12:29 p. m.
Rastrera, es la palabra que mejor describe esta columna. A lo único que puede aspirar un mediocre como usted es a señalar los errores de quienes lo superan. La meridiana claridad de Ospina en sus escritos ni se inmuta por el fango de sus columnas pegadas con babas. Solamente le gusta a los inconscientes que dicen que por ser progresistas queremos todo regalado y la corrupción les da igual.
Orlando(88040)01 de octubre de 2020 - 10:17 p. m.
Pregunta para el Sr. Rubio, hay alguien que quiere Castro Chavismo en Colombia? Que en el País haya inconformidad no quiere decir que se quiera un modelo fallido. Pero que el modelo que venimos implementando en Colombia es cada día más precario para la gente del común, no queda duda. Dejemos de meter miedo y propongamos soluciones antes de que se nos suba un populista.
Julio(25062)01 de octubre de 2020 - 10:12 p. m.
Este es un maravilloso ejemplo que les muestra a ustedes de cuerpo entero el devenir intelectual de la élite cachaca que mantiene en sus garras a este país : lenguas bravas y chismosas ,con una gran habilidad para atacar con símiles venenosos y ocultar sus crímenes ,robos y traiciones . Torciteros profesionales de la historia y vendedores profesionales de su inmoralidad.
Luis(04584)01 de octubre de 2020 - 08:09 p. m.
Sr rubio mentecato mediocre
  • Julio(25062)01 de octubre de 2020 - 10:18 p. m.
    Mediocre no es . Es un habilidoso embaucador .Me hace acordar de la mamá del " Pachanga", una vieja chismosa que pagaba para que le dejaran pelear peleas ajenas.
Atenas(06773)01 de octubre de 2020 - 06:46 p. m.
Demoledora columna, sin esguinces, fundamentada y de altos propósitos, tal cual debe ser la función de un columnista q' es honesto en su rol. Y de Ospina, nada extraña, ya alguna vez en estas páginas enseñó la carta q' como "esbirro" escribió a su camarada Maduro sugiriéndole mayor democracia, y de la cual nunca acusó recibo y 'tá' el régimen dándole gusto al mamerto.
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