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Células madre y bioética católica

Klaus Ziegler
19 de marzo de 2009 - 03:44 a. m.

Para los sectores más conservadores y moralistas, cualquier uso con fines terapéuticos de óvulos fecundados es éticamente inaceptable, por tratarse de la manipulación de vidas humanas.

El argumento de que manipular embriones es inmoral porque es jugar a crear lo que sólo Dios puede, no es una objeción ética, sino una manifestación de absoluta intolerancia en contra de todos aquellos que no estén dispuestos a aceptar supuestos principios morales consignados en la Biblia, un libro que condona la esclavitud, el maltrato a la mujer, y que está plagado de inmoralidades y absurdos.

Detrás de estas objeciones éticas se esconden los mismos prejuicios religiosos de siempre, que hicieron que la Iglesia católica prohibiera bajo pena de muerte la disección de cadáveres, se opusiera a las vacunas y a los anticonceptivos, y que llevaron a algunos siniestros personajes, como el difunto cardenal López Trujillo, a usar sus influencias para intimidar y perseguir a los defensores de los métodos anticonceptivos, hasta tal punto que algunos de los precursores de la planificación familiar tuvieron que huir del país, víctimas de amenazas contra sus vidas.

Presionado por grupos religiosos, George W. Bush congeló en 2001 la asignación de dineros federales para la investigación con células madre, con el beneplácito de la derecha cristiana que, a la vez que condenaba el aborto y la eutanasia, aplaudía con regocijo las penas de muerte que el infame firmaba mientras era gobernador de Texas.

Es irresponsable renunciar al desarrollo de una tecnología que promete terapias verdaderamente milagrosas, por el solo hecho de que la Iglesia católica y sus “bioéticos” consideren que realizar investigaciones con embriones congelados va en contra de sus creencias particulares, cuando éstos son absolutamente necesarios para la producción de células pluripotentes, o “células madres”, que poseen la capacidad de convertirse en cualquiera de los tipos celulares que forman un organismo, desde neuronas hasta células cardíacas o pancreáticas. El uso terapéutico de estas células permitiría reconstruir tejidos irreversiblemente dañados, regenerar un corazón infartado o un cerebro devastado por el Alzheimer o el Parkinson, o reversar el drama de un cuadripléjico, reparando su médula espinal seccionada.

No hay ninguna razón para que decisiones trascendentales, fundamentales para el futuro de la humanidad, sean entorpecidas por fanáticos religiosos cuyo único propósito es perpetuar su propia visión, retrógrada, subjetiva e ignorante, injustificable desde cualquier punto de vista científico o ético.

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