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Censura, al fin y al cabo

Mario Morales
25 de enero de 2010 - 01:30 a. m.

REACCIONAMOS COMO PERRITOS PAvlovianos: a punta de reflejos condicionados. Lo demuestra el aluvión de tinta y saliva que produjo no transmitir por TV los consejos comunales del presidente Uribe. Una decisión sin ningún efecto jurídico o legal.

Pavlov era un neurólogo ruso que experimentaba con el alimento que daba, al sonido de una campanilla, a unos perritos para estimular su producción de jugo gástrico. Luego de acostumbrarlos retiró el alimento y comprobó que sólo el sonido de la campanilla disparaba el proceso digestivo.

Ha sido tan fuerte el atiborramiento cerebral de la campaña reeleccionista que la sola campanilla del mentado anuncio, sin alusión a una candidatura, nos puso a ‘salivar’ en torno a toda suerte de embelecos, incluida la ley de garantías.

Pero, insisto, soy de los que cree, como el ex presidente Betancur, en que no habrá tercera candidatura de Uribe, y que la especie nacida, como reza el canon, del rumor y convertida en información dirigida tiene otros fines.

Apunta a que no haya rendición de cuentas a escaso medio año de terminar el período, así el futuro inmediato reemplaza al presente; extiende unos días el control total del Estado; jalona la idea de eternizar el uribismo, así no se tenga sucesor apropiado; y le mete “suspense” al melodrama nacional para combatir el principal enemigo de cualquier político, el aburrimiento.

Pero más grave aún, nos distrae de realidades crudas como la corrupción que dejan ver Etesa y algunas campañas políticas (según denuncias de candidatos como Rafael Pardo), o como el recorte presupuestal de inversión en protección social, transporte y vivienda; y como las recurrentes alertas rojas en Derechos Humanos como la del reciente informe de Human Rights Watch, o de los parlamentarios ingleses que nos visitaron en diciembre, o las observaciones de los relatores especiales de Naciones Unidas, o de los congresistas españoles que vinieron este fin de semana y que quizá saben más de nosotros que buena parte de nosotros mismos.

Como se ve, esos reflejos condicionados devienen sofisticadas formas de censura, así sea por omisión. Y nosotros salivando.

www.mariomorales.info

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