Centro descentrado

Rafael Orduz
26 de junio de 2018 - 02:30 a. m.

El centro sí existe. Los que están desdibujados son sus líderes, pasivos en estas semanas cruciales. Ya se ha dicho: parte importante de los más de diez millones de votos obtenidos por Duque fueron depositados contra Petro, principalmente, por el pánico castrochavista. Y, viceversa, una porción de los ocho millones de Petro tenía la marca antiuribista. De ahí que el hecho de que uno y otro consideren que tienen derechos patrimoniales sobre “sus” votos resulta temerario. Más allá de las muchas personas que votaron con la convicción de sentirse representadas por los candidatos que clasificaron a segunda vuelta, el deseo de atajar al otro por antiuribismo y antipetrismo suma millones de votos.

También es claro que ambos candidatos finalistas buscaron arrimarse un poco hacia el centro, dada la votación obtenida por Fajardo, mitigando posturas extremas y buscando seducir indecisos. Los compromisos firmados cuando se produjo la adhesión de Antanas Mockus buscaban dar tranquilidad ante los sustos de la constituyente y la expropiación, para citar sólo dos. Así, también, Duque mitigó su propuesta alrededor del proceso de paz diciendo que introduciría algunas modificaciones para que resultara estable y creíble, dejando a un lado el cuento de volverlo trizas.

No resulta tan cierto el cuento de la polarización llevada, supuestamente, a la confrontación entre capitalismo y socialismo, como algunos han sugerido. En el fondo, las diferencias programáticas se asemejarían más a las existentes entre una plataforma conservadora neoliberal y otra socialdemócrata.

Que Petro dijera que la economía debe dejar atrás su dependencia de la minería y el petróleo no representa nada diferente a la necesidad de diversificar la economía y hacer competitivas exportaciones de fuerte contenido de conocimiento. Recetas de las que California, Canadá o Australia, con fuertes ventajas mineras, pueden dar cátedra desde hace décadas. Que defienda con ahínco el proceso de paz es apenas razonable en una sociedad de largo historial de violencia. Que Duque hable del libre mercado y de la inversión privada tampoco representa ningún alarido de extrema derecha y que, aunque estoy en total desacuerdo, defienda la antigua y fallida política antidrogas, como lo han hecho godos y liberales en todo el mundo, no resulta exótico.

El tema de la polarización está en el odio y el temor que inspiran sectores de uno y otro lado. Al acabar la clase política con las ilusiones de la gente, los ciudadanos se agarran de caudillos, que sí producen, entre adeptos, un sentido de contar con paternidad. La polarización resulta de las actitudes agresivas basadas en la bronca al otro y que los caudillos son susceptibles de promover.

El centro, por lo tanto, no es tal sólo por razones programáticas, sino por la actitud conciliadora y el trato respetuoso que líderes como Fajardo y De la Calle demostraron en los meses de su campaña. Es la falta de respeto lo que hay que desmontar en primera instancia. Fajardo, lo esperamos.

 

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