Chicos y grandes

Antonio Casale
17 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

¿Por qué a veces los equipos chicos parecen grandes y los grandes juegan como chicos?

Pasto, Jaguares y Alianza cumplen una gran campaña en el torneo. Patriotas, Equidad y Bucaramanga también están en la pelea. Plausible desde cualquier punto de vista. Hace rato no se veía tal cantidad de chicos peleando arriba y eso le pone sabor al torneo.

Un equipo chico es uno que no tiene muchos títulos en su historia, no cuenta con una hinchada numerosa y su presupuesto es corto comparado con el de los opulentos grandes, que gracias a su trayectoria ganadora, con la cual han cosechado seguidores, tienen más facilidad para conseguir dinero suficiente para conformar equipos competitivos.

Por eso el nivel de exigencia para los grandes es mayor. La presión que ejercen sus hinchas, el protagonismo mediático al que están expuestos y la necesidad de revalidar sus charreteras a diario hacen que esas camisetas no se las pueda poner cualquiera. En un equipo grande no solamente hay que jugar a la pelota, hay que aprender a convivir con un entorno que es soñado cuando las cosas van bien, pero cuando van mal puede convertirse en un infierno. Esa es la razón por la que muchas veces un jugador exitoso en un equipo chico no logra consolidarse en uno grande.

Nacional, por ejemplo, tiene problemas para encontrar un equipo parecido al del año pasado. Su capacidad exportadora hace que semestralmente tenga que arreglárselas para rearmarse. Tiene buenas divisiones menores y aunque contrata lo mejor del repertorio de los equipos chicos, el margen de error es alto. Por cada jugador que se va del país tiene que apostarles a dos para reemplazarlo; el riesgo es alto. Por eso el verde cabalga en el torneo, pero le está costando encontrar el nivel que lo llevó a ser campeón de América el año pasado.

A Santa Fe y Cali les pasa algo parecido. Tienen que rearmarse semestralmente y la fábrica no siempre tiene el reemplazo ideal para el que se va. DIM, en cambio, tiene una base consolidada que no demora en desarmarse, porque esa es la dinámica de nuestro fútbol. Júnior y Millonarios, en cambio, invierten una buena cantidad de dinero, pero se equivocan en la escogencia de jugadores. A los dos les faltan dos o tres tipos de equipo grande, que sepan soportar la presión y lideren al resto del grupo. Once Caldas lamentablemente está regresando a su estado natural. Poco queda del mejor equipo de la década pasada.

Entre tanto, la mayoría de chicos se arman para surtir a los grandes de jugadores y ganar así algún porcentaje en caso de exportación. Otros, como Jaguares, Alianza y Bucaramanga, además, aciertan en querer representar dignamente a su región. No tienen nada que perder, aunque es difícil que al terminar sean campeones. Ya vamos para diez años del último título de un equipo chico, el Boyacá Chicó en 2008.

 

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