A mano alzada

China: bodas de titanio

Fernando Barbosa
05 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

Se están cumpliendo 70 años de la proclamación de la República Popular de China ocurrida el 1º de octubre de 1949. Cuesta trabajo entender que la hoy segunda potencia económica del mundo era hace siete décadas un país descuadernado que había soportado un siglo de humillaciones y que comenzaba un recorrido para recuperar su dignidad. Desde Occidente, acostumbrados más a las cifras que al alma de los pueblos, pareciera que a veces tenemos que conformarnos solo con atisbos de lo que sucede allá.

Para comprender cómo ven los chinos sus avances, resulta muy ilustrativo leer con atención el libro blanco “China y el mundo en la nueva era”, que publicó el pasado 27 de septiembre la Oficina de Información del Consejo de Estado chino, que reviste particular importancia por el hecho de ser el primer documento oficial de este tipo dedicado a plantear comprensivamente las relaciones de China con el exterior.

El grueso del texto es un extenso balance de los logros que han alcanzado en todos los campos. No obstante, lo que se destaca como fundamental para explicar el prodigioso desarrollo del país son cuatro factores: (1) el liderazgo del Partido Comunista, (2) la adopción de un modelo de desarrollo único con características chinas construido bajo el convencimiento de que no existen soluciones sobre medida, (3) la autosuficiencia y el trabajo duro del pueblo chino, y (4) no haberse opuesto al cambio y a reformar e innovar constantemente. Quizás sea esta ausencia de rigidez conceptual la que haga tan difícil a los occidentales entender el ayer y el hoy de China, y el mañana que se está proyectando.

La aspiración que ellos encuentran posible a la luz de sus propios éxitos, y que califican como “un milagro de desarrollo sin precedentes en la historia humana”, es la de que su civilización de 5.000 años pueda aportar paz y desarrollo al mundo. Uno de los tantos objetivos en los que quisiera participar, y ya participa, es en la eliminación de la pobreza. Su propia experiencia es formidable: en 40 años lograron sacar a 800 millones de la pobreza y esperan que para 2020 hayan logrado eliminar la pobreza extrema.

China confía en que con sus capacidades y resultados ocupará un lugar prominente mas no hegemónico en el mundo. Pero al describir sus prioridades internacionales, deja planteados muchos interrogantes. El solo orden en que presenta sus precedencias es inquietante: Estados Unidos, Rusia, Europa, el vecindario, África, Latinoamérica y los Estados árabes. ¿Por qué no individualizan a Japón, a India y a las Coreas?

El documento termina con la siguiente declaración: “… no caeremos en la complacencia o el estancamiento. En esta nueva era, China no vacilará en su compromiso de seguir adelante en el camino del socialismo con características chinas, buscando el aprendizaje mutuo y la cooperación mutuamente beneficiosa, y trabajando junto con el resto del mundo. En el futuro, China abrazará al mundo de una manera más abierta e inclusiva, participará en más interacciones con otros países y traerá más progreso y prosperidad a sí misma y al resto del mundo”. Quedan así, sobre el tapete, invitaciones y promesas.

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