Ciencia y proyecto moderno, ahora y después del COVID-19

Daniel Mera Villamizar
04 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.

El virus nos ha recordado que dependemos de la ciencia y la tecnología, y que en lo fundamental los humanos somos iguales.

En una pequeña ciudad, de lo que llaman periferia de Colombia, una señora murió a causa del COVID-19 estaba bajo el cuidado de un curandero, que muy probablemente no resultó inmune al virus.

Este hecho tiene que ver con el proyecto antimoderno que hemos aupado e institucionalizado en las últimas décadas. En vez de desvanecer de una generación a otra las creencias premodernas, acientíficas o claramente anticientíficas, nos las hemos arreglado para darles una nueva presentación.

Hemos jugado bastante tiempo a aclimatar “lógicas” y aspiraciones “no occidentales” afectando el significado que tenía el progreso cultural, sin saber que llegaría una pandemia que nos pondría las cosas claras: nada sustituye a la ciencia que en realidad es de la humanidad.

No se trata solamente de la ciencia y la tecnología de la salud (ser un país sin capacidad de producir reactivos para los test del virus fue lo que nos puso en una increíble desventaja), sino también de la ciencia de la administración. Estamos en un estado poco profesional, sin herramientas tecnológicas para administrar una situación inesperada de grave crisis.

Nos hemos resistido a la ciencia y a construir un estado moderno. La indecisión cultural de estar entre la modernidad y el oscurantismo, entre el feudalismo político y el instinto de personas educadas de ser “dueños” de un “feudo”nos tiene así.   

Hemos carecido de una clase política que sienta orgullo de llevarnos hacia un Estado moderno, en vez de meter a sus recomendados en contratos de prestación de servicios de tres meses, y que sienta orgullo por invertir en CT+I (Ciencia, tecnología e investigación), en vez de tolerar lo que ha pasado con los recursos de la salud.

Tenemos un Estado que no sabe ni hacer bien el censo de su población, y nos llegó una pandemia. Estamos a tientas. Con gran demora superamos las 100.000 pruebas y mientras tanto, el virus cogió ventaja en su propagación. No tenemos capacidad de controlar a los contactos de los contagiados, hay mucha población indisciplinada y la economía no aguanta más la cuarentena.

Hay que sacar lecciones para aumentar la capacidad de supervivencia. Tenemos que aprender qué es lo fundamental, de vida o muerte, y qué es lo secundario. El COVID-19 nos ha recordado que ante todo somos la especie humana, sin naciones y sin razas. Que dependemos de la cooperación universal de los científicos para elaborar el fármaco y la vacuna. Que en cada país dependemos de los epidemiólogos e infectólogos, de las matemáticas, de los laboratorios, de los profesionales de las ciencias de la salud, de la computación, de la información y de muchas otras áreas: de la ciencia y la tecnología. Eso es lo fundamental y hace la diferencia entre la vida y la muerte, entre la contención y el caos.

En pocas palabras: modernidad, ciencia, Estado, humanidad. No sigamos dejando que lo secundario entorpezca o retrase lo fundamental. Si alguien quiere tener creencias premodernas, que las tenga, pero después de haber pasado por una educación decididamente moderna. Si alguien quiere privilegiar una identidad tribal con extrañamiento cultural de la nación, que lo haga, pero después de haber recibido una cultura universalista en la educación.

Si alguien quiere ser un político premoderno, clientelista y corrupto, necesitamos que los políticos modernos y modernizadores sean mayoría y establezcan las reglas de juego necesarias para no repetir la experiencia de esta pandemia.

@DanielMeraV

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