Ciudades divididas para las nuevas alcaldías

Columnista invitado EE
20 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

Por Sebastián F. Villamizar Santamaría

Para nadie es un secreto que el barrio donde uno vive, sobre todo si es pobre, dice muchas cosas en un país tan clasista como Colombia: que por allá yo no voy, que no contrato a nadie que viva allá, que qué oso vivir allá. Las ciudades colombianas tienen una división clara entre dónde viven los ricos y dónde viven los pobres y eso es problemático por varias razones.

Una razón es que habrá poca interacción entre personas diferentes, que es una condición fundamental para cualquier democracia, tolerancia y empatía. Si uno no ve a otros, ¿cómo se puede poner en sus zapatos? Otra razón es que los recursos se distribuyen de manera desigual en los barrios: en unos reparan vías y en otros no va a llegar el agua. Y una tercera razón es que esa división genera estigmatización: si usted vive en un barrio “inseguro”, entonces usted representa un peligro solo por vivir ahí.

Este fenómeno de la segregación socioespacial es muy importante en contextos como el latinoamericano, en el que el 80 % de las personas viven en ciudades, según ONU Hábitat. En Colombia, esta cifra se explica por la migración del campo en los últimos 50 años, que muchas veces, además, fue por desplazamiento forzado. Por eso, las políticas públicas deben atender ese crecimiento urbano y combatir los problemas de la segregación.

Esa es la idea que defendemos en un documento reciente con María José Álvarez y Sergio Montero, profesores de la Universidad de los Andes, si es que las ciudades latinoamericanas quieren cumplir con uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. El ODS 11 dice que debemos hacer que las ciudades sean más sostenibles, incluyentes, seguras y resilientes, pero las políticas públicas han trabajado poco en la inclusión.

Para ello, pensamos en tres dimensiones que los gobiernos podrían incluir en sus planes, especialmente ahora que entran las nuevas alcaldías. Primero, si se formalizan los barrios informales, se pueden mejorar la infraestructura y la tenencia legal de la tierra de muchas personas que migraron a las ciudades y que viven en las peores condiciones.

Segundo, debe haber nuevas políticas de vivienda social que dejen de reproducir sus problemas anteriores. Aunque se han hecho programas que han mejorado el déficit de vivienda, su calidad no es idónea, usualmente quedan ubicadas en las periferias y esto aumenta su segregación.

Tercero, la renovación urbana no puede ser una excusa para desplazar personas. Casos como el del Bronx en Bogotá son un buen ejemplo de cómo el Estado saca a la fuerza a personas en nombre de la renovación urbana, sin tener un plan que realmente mejore las condiciones de los habitantes de allí y beneficiando a las constructoras.

Los nuevos planes de ordenamiento territorial y de desarrollo deben pensar en disminuir la segregación para combatir sus efectos nocivos. Cuando fue alcalde de Bogotá, Petro intentó algo así y lo recibieron con negativas sobre todo de personas que no querían que hubiera mezcla. Por eso, como ciudadanos también podemos ayudar a estas políticas si rompemos con los estereotipos del barrio y la clase.

@sebvillasanta

 

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