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Capítulo 10: Cumbre de brujas - La Candidata: primera temporada

La Candidata-Un proyecto de Andrés Gómez Osorio
13 de mayo de 2014 - 01:27 a. m.

Tres mujeres pueden unir a la izquierda, el centro y la derecha en contra de la reelección de Santos. Tienen en común a Enrique Peñalosa y a Álvaro Uribe.

Capítulo 10: Cumbre de brujas - La Candidata: primera temporada
Foto: Cortesía

ADVERTENCIA: ESTO ES FICCIÓN

Aquí se recrea la actualidad de Colombia con situaciones imaginadas, diálogos inventados y personajes ficticios. Así como algunas películas dicen «basada en hechos reales», esta es una novela basada en hechos actuales. En otras palabras: no se confunda. La Candidata Presidencial es una caricatura de la realidad, una parodia, un ejercicio de imaginación. Esta es una novela de ficción coyuntural.

Miércoles 19 de marzo de 2014

Lorena Agudelo estaba nerviosa. Apenas llevaba cinco semanas trabajando como Secretaria Privada de la Candidata —luego de que Laura Montoya fuera descartada para el cargo (ver capítulo 7)— y ya sentía que se estaba metiendo en terrenos oscuros.

—Me parece muy riesgosa esta reunión —advirtió la joven de 27 años, sentada junto a su jefa en el puesto de atrás de la camioneta que las transportaba.

La Candidata contestó con antipatía.

—Me tiene sin cuidado qué es lo que te “parece”, Lorena.

La muchacha se puso roja. No esperaba ese desabrimiento. La Candidata cayó en cuenta de su tono mierdoso y sacudió la cabeza, como quitándose de encima un poco de agresividad.

—No nos están saliendo las cosas bien, Lorena. Si seguimos como hasta ahora, Santos va a ganar sin problemas.

—¿Y… no era eso lo que quería? ¿Que Santos ganara?

—El problema es que Santos va ganando sin nuestra ayuda y esa no era la idea. Si yo no juego un papel importante en su victoria, va a ser… digamos que va a ser menos entendible que nos deba algo. Ya sabes que no estamos en estas elecciones para ganar. Lo que nos interesa es “cobrar” y, a estas alturas, Santos no tiene razones suficientes para estar en deuda con nosotros.

La Candidata no había contratado a Lorena Agudelo con falsas expectativas. No le dijo que iban a ganar y tampoco que buscaba cambiar el mundo con su propuesta de campaña. Cuando la entrevistó, detectó en aquella joven a una mujer lo suficientemente ambiciosa y pragmática como para admitirle, al menos, una parte de la cruda verdad: que su campaña era solo una excusa para regresar a la política y hacer poderosos aliados. Lorena no tuvo que pensar mucho si aceptaba el ofrecimiento. Le pareció atractivo trabajar para alguien que le permitiera moverse en poderosos círculos políticos.

—¿Y para eso se va a reunir con estas señoras? ¿Va a apostarle a que Santos pierda? —preguntó Lorena.

—Cómo se te ocurre. Si lo derrotan, también perdemos nosotras.

—¿Entonces para qué queremos debilitarlo?

La Candidata sonrió con malicia pero sin mucha gana.

—Vamos a golpearlo…, vamos a darle problemas para que yo tenga oportunidad de ayudarle a resolverlos.

La camioneta se detuvo al frente del Hotel Casa Medina, en el norte de Bogotá. La Candidata se bajó de inmediato. Su Secretaria Privada corrió para alcanzarla y escuchar el resto de las instrucciones.

—Asegúrate, Lorena —dijo la Candidata mientras ingresaba—, de recibir a cada una en la entrada y ubicarlas en lugares distintos del hotel. No pueden verse porque salen corriendo. Cuando llegue la última, la haces seguir directo al salón y luego buscas a las otras. Hay que darles el mínimo tiempo de reacción.

***

Lina Luna Rodríguez salió del edificio ubicado en la calle 93B #17-25 (vea quién es Lina Luna). Nicolás Ulloa, que la esperaba estacionado justo al frente, le hizo señas para que se subiera a su auto.

—Hola, Nico. Tiempo sin vernos —lo saludó ella mientras se subía.

—Lo bueno es que siempre que nos vemos es para planear conspiraciones.

—Jaja. Eso último nos salió muy bien. Todo el mundo habla de la “mermelada” (ver tuit).

—¿A dónde vamos? —preguntó él.

—No tengo nada de tiempo, ni siquiera para tomarme un café. Solo demos una vuelta, ¿sí?

—¿Y qué, Lina? ¿Alguien sabe en la campaña que tú tuviste que ver con eso?

—Noooo… pues ganas no me han faltado de contar, sobre todo cuando el tipo este Edward (Rodríguez) saca pecho cada vez que puede, diciendo que él filtró los archivos del computador de Palacio (ver capítulo 5). Y ahora que salió elegido como Representante, el bobo ese levita.

—Deberías aprovechar mejor la posición en la que estás. Tienes información que vale oro para la campaña de (Óscar Iván) Zuluaga. Si tú misma compartieras esa información, no estarías lamentando que otros saquen pecho con tus méritos.

—Es que… uno nunca sabe. Allá hay gente que me aplaudiría, pero también hay unos que son más papistas que el Papa. No falta el que diga que, si fui capaz de filtrar documentos de la Presidencia trabajando para Germán Chica, no sería extraño que después haga lo mismo con la campaña de Óscar Iván. Además, tengo casi que a la mitad de mi familia trabajando ahí. Así que… por ahora dejemos que otros se queden con la gloria.

Lina Luna sacó de su bolsillo una memoria USB y se la extendió a Nicolás Ulloa.

—Exactamente —dijo él, mirando el dispositivo—, ¿qué hay aquí esta vez?

—Seleccioné unos memorandos que enviaba Chica a otras entidades del Estado, pidiendo que se nombrara gente (lea las revelaciones sobre Germán Chica). Están escaneados. Incluso, hay algunos firmados por él. Creo que ahí hay suficiente material para darle un nuevo aire a la mermelada.

—Ex-ce-len-te… Oye: una curiosidad. ¿Por qué haces esto? ¿Por amor a la patria? Tú sabes que esto va golpear a Chica, ¿no?

—La verdad, no es nada personal. Simplemente, estoy convencida de que Santos, además de la mermelada, le está vendiendo el país al castro-chavismo. Y si esto sirve para evitar que lo reelijan, pues lo hago con mucho orgullo.

—Oye, y hablando del castro-chavismo… otra curiosidad.

—Tú y tus curiosidades.

—Jaja. En serio: ¿tu marido ha averiguado algo que nos pueda servir? Pues lo digo por mi genuino interés de recuperar la democracia, de desenmascarar a los traidores apátridas, de recuperar el diálogo popular que tanto se ha perdido desde que le arrebataron el poder a nuestro mesías, Álvaro Uribe Vélez, prohombre de la patria…

—Te puedes burlar todo lo que quieras, pero si este país es medianamente viable es gracias a él.

—Bueno, pero no me evadas la pregunta. ¿Qué cuenta el hacker? Lo pensé mucho cuando salió la columna de Daniel Coronell diciendo que le habían chuzado el correo al Presidente.

—Ay, Nicolás, yo no sé a qué hora me dio por contarte lo que hace Andrés (Sepúlveda). Eso es muy delicado y lo peor es que él es muy imprudente. Yo ni te cuento lo que ha descubierto, pero sí te digo que hoy, más que nunca, estoy convencida de que están vendiendo al país en Cuba.

Ulloa arrugó los ojos con suspicacia.

—¿Y eso? No me digas que tu marido está hackeando a los negociadores en La Habana.

Lina Luna se quedó callada. Hizo aquella cara inconfundible de quien se arrepiente de haber dicho algo que no debía. Ulloa comprendió de inmediato.

—Uyyyyy, Lina. ¿En serio?. Pero eso… eso… eso viene siendo ilegal, ¿no? ¿Tú sabes lo que les puede pasar si alguien se entera?

—Yo sé, yo sé…

—¿Y eso lo hace Andrés desde la oficina de ustedes? ¿Ahí donde te recogí?

—Agh… sí… eso es lo peor. Yo le he dicho que, si quiere jugar a ser Snowden, no ponga en riesgo ni la empresa ni a la campaña y que mejor monte un lugar más clandestino. Aunque eso tampoco es garantía de nada. Mira lo que pasó con esa sala Andrómeda. El problema es que Andrés jura que ni la Policía, ni el Ejército, ni la Fiscalía tienen hackers que siquiera le lleguen a los tobillos. Pero a mí, el tema me preocupa… y mucho.

***

A las 4 pm arribó puntual al Hotel Casa Medina la primera de las mujeres convocadas por la Candidata. Lorena Agudelo la recibió sobre la Avenida Séptima y de inmediato la condujo hacia el restaurante. A la segunda mujer que llegó, minutos después, la puso a esperar en el bar. La última en hacer presencia, sobre las 4:10 de la tarde, fue la candidata a la Presidencia por el Partido Conservador.

—Doctora Marta Lucía (Ramírez), mucho gusto. Mi nombre es Lorena Agudelo. La Candidata la está ya esperando. Sígame, por favor.

Fueron directo a uno de los salones de reuniones del hotel. La Candidata revisaba su celular cuando Lorena abrió la puerta.

—Marta Lucía querida. Qué dicha verte de nuevo —dijo levantándose de la silla para saludarla con un abrazo, y haciéndole una discreta señal a su Secretaria Privada para que trajera a las otras mujeres.

—Discúlpame la tardanza —se excusó Ramírez—, pero sabes que en campaña uno siempre anda con la agenda descuadrada.

—Cuál discúlpame. Lo que tengo es que agradecerte por venir, teniendo tantas cosas por hacer.

—Y cómo no iba a venir. No podía desaprovechar esta oportunidad de saber qué es de tu vida. Lo único que sé es que apareciste de repente, convertida en Candidata. Eso sí, no te la voy a dejar fácil. Tengo un muy buen equipo y estoy segura de que nosotros podemos pasar a segunda vuelta. Yo no me voy a dejar del Consejo Nacional Electoral. Es que es una canallada (…)

La Candidata recordó en ese momento lo desesperante que era hablar con Marta Lucía Ramírez. Años atrás, cuando estaba activa en la política, padeció en persona su incansable bla, bla, bla. Y aunque la Candidata seguía al tanto de aquella bien ganada fama de lora mojada (sobre todo por las divertidas imitaciones que hacían de Ramírez en La Luciérnaga), había olvidado lo aburridora que resultaba cualquier conversación monopolizada por la Marta Lucía de verdad. En los corrillos políticos, todos tenían una anécdota para contar sobre su incontinencia verbal. Una de las más famosas historias era del actual Ministro de Trabajo, Rafael Pardo. Según él, alguna vez se montó a un avión, exhausto, con rumbo a otro país y deseando dormir durante las horas de vuelo que tenía por delante. Fue tan de malas que le tocó a Marta Lucía como compañera de puesto. El invencible parloteo de la mujer no le permitió a Pardo pegar el ojo durante todo el viaje.

— (…) me tocó no almorzar hoy para alcanzar a hacerme las uñas —continuaba hablando Ramírez, sin que la Candidata se hubiera percatado de a qué hora había cambiado de tema—. Es que uno no puede dejar de ser mujer por estar haciendo campaña. Vaya usted y aparezca sin hacerse el blower y verá cómo todo el mundo la empieza a mirar raro. Muy difícil, muy difícil porque además…

La puerta del salón se abrió de repente, permitiendo que la Candidata escapara de la tortura. Lorena le dio paso a Alicia Arango, Directora Ejecutiva del Centro Democrático, una de las personas más influyentes en la campaña a la Presidencia de Óscar Iván Zuluaga. Ella y Marta Lucía se miraron con sorpresa.

—Hola, Alicia. Qué bueno que hayas venido —saludó la Candidata, acercándose para darle el respectivo abrazo y detallando con desconcierto el exceso de botox en el rostro de aquella mujer.

—Ajá, ¿y esta vaina? —exclamó Alicia en su inevitable acento costeño—. No me habrán citado para hacerme una encerrona.

—No, yo no —se apuró a aclarar Marta Lucía—. Hasta ahora me entero que tú también venías.

Las dos convocadas se saludaron e intercambiaron algunos comentarios de cortesía (“Bueno, ¿y tú qué?”; “¿Qué tal la campaña?”; “Pero cómo estás de bonita”; “Me encanta esa pañoleta”). La cordialidad entre ambas no era de extrañar: habían sido compañeras de gabinete durante el Gobierno de Álvaro Uribe. Marta Lucía, como Ministra de Defensa, y Alicia, como Secretaria Privada del entonces Presidente.

—Pero bueno —apuntó Marta Lucía—, que nos expliquen qué hacemos acá.

—Solo falta una persona —dijo la Candidata, de pie junto a la entrada del salón, como montando guardia.

Justo en ese momento la puerta volvió a abrirse.

—Siga, por favor —dijo Lorena Agudelo a una mujer de pelo corto que, tan pronto como ingresó, se detuvo en seco al ver quiénes la esperaban.

Si al principio había dos mujeres sorprendidas, ahora eran tres las que estaban completamente anonadadas.

—¿Y esto qué es? —preguntó estupefacta y en tono de reclamo Claudia López, la recién electa senadora de la Alianza Verde.

Parecía irreal (por no decir imposible) que ahí estuvieran reunidas, a puerta cerrada y de manera casi clandestina, una de las más simbólicas representantes del antiuribismo y dos de las mujeres que más se debían a Uribe.

—¿Qué es esto? —insistió Claudia López, mirando con indignación a la Candidata.

—No te espantes —respondió—. O bueno, al menos no te espantes todavía. Te aseguro que lo que tengo que decir nos concierne a todas.

—Me da mucha pena —exclamó López dando un paso hacia atrás, alistando la retirada—, pero me parece un irrespeto que me embosquen de esta manera para reunirme a escondidas con el uribismo.

—A todas las cité sin que supieran quién más iba a venir —aclaró la Candidata—. Ni Alicia ni Marta Lucía sabían que esta reunión era con alguien distinto a mí.

Ramírez no solo comprendió la molestia de López, sino que dimensionó el riesgo para su propia candidatura.

—Yo creo que Claudia tiene razón —dijo la conservadora mientras agarraba su bolso para irse también—. Esto se ve muy raro. Donde se llegue a filtrar que yo ando por aquí, mi campaña se va para la porra. Y ni siquiera lo digo por Claudia, sino porque no tiene presentación que yo, peleándome la candidatura del Partido Conservador, esté aquí encerrada con Alicia, que es de la campaña del Centro Democrático.

—Pues no sé ustedes —añadió López—, pero yo me voy.

La Candidata, que seguía de pie junto a la puerta, dio un paso al lado para interponerse entre Claudia López y la salida. Se cruzó de brazos, la miró fijamente y habló con la solemnidad de quien estuviera anunciando un magnicidio:

—Esta noche, Gustavo Petro deja de ser Alcalde de Bogotá…

Hizo una pausa antes de seguir, asegurándose de haber captado por completo la atención de sus contertulias.

—Esta noche, en una alocución, el Presidente no solo va a anunciar que desacata las medidas cautelares que ordenó la Comisión Interamericana, sino que de una vez va a nombrar a Rafael Pardo como Alcalde encargado… A partir de esta noche, querida Claudia, Juan Manuel Santos no solo va a aparecer en cada noticiero como Presidente y como Candidato, sino que también va a mojar prensa como alcalde de la ciudad más importante del país. Si hoy todo gira alrededor de él, imagínense cómo va a ser ahora. Y mientras tanto, el resto de los candidatos vamos a tener los mismos 30 segundos pendejos de siempre para que digamos lo mismo.

—Ahí está Santos pintado —dijo López, indignada por la noticia, olvidándose de su indignación inicial por la encerrona—. Esa es una decisión muy impopular. Cómo es posibe que el Presidente sea tan idiota de echarse a la ciudadanía encima.

—Te aseguro, Claudia, que Santos no es ningún idiota. Para empezar, se va a apropiar de lo mejor que Petro podía ejecutar en el corto plazo, desde la entrega de nuevos policías hasta los dichosos cuadrantes móviles para mejorar la seguridad (ver “Plan de choque de Santos”). Pero además le están armando todo un show para las cámaras. Hay una agenda entera de eventos. Se va a montar en Transmileno disfrazado de Presidente preocupado, cuando en realidad es un candidato aprovechado. Va a saludar a los pasajeros, se va a indignar con la congestión, ¡se va a “solidarizar” con los bogotanos! (ver “Santos montó en Transmilenio, comprobó hacinamiento y criticó planeación”). Incluso, se están inventando una cruzada nacional contra las “ollas” de vicio y lo más seguro es que él mismo, empezando por Bogotá, tumbe una que otra pared (ver “Santos, el demoledor”). Los ciudadanos estarán muy indignados con la destitución del Procurador, pero sobre todo están mamados del desgobierno y de eso se va a aprovechar Santos: él va a ofrecer la ilusión de ser el Presidente, o el candidato, que arregla este despelote.

Antes de proseguir, la Candidata se movió hacia un costado, despejando el camino para que Claudia López pudiera retirarse.

—Por supuesto, señoras, pueden irse cuando quieran. Pero, si lo hacen, se van a acordar de mí. Van a lamentar no haber hecho lo que era necesario para evitar que Santos se reelija. Y si no me creen, al menos miren esto que tengo para mostrarles.

La Candidata caminó hacia la mesa y abrió una carpeta. De allí sacó tres paquetes de hojas que entregó a cada una de las mujeres.

—Esa es la encuesta que mañana publica Gallup. Ustedes son las primeras personas que tienen oportunidad de conocerla. Si se quieren dar golpecitos en la espalda, y ser inútilmente optimistas, van decirme que Santos está estancado con 32 por ciento; Alicia interpretará que son buenas noticias para Óscar Iván, porque subió cinco puntos y ahora está en más de 15; y Marta Lucía creerá que tiene opción porque ya casi llega a 10. En el caso de Peñalosa, Claudia dirá que no tiene sentido que él aparezca aquí de tercero, cuando Datexco dijo esta semana que iba de segundo. Pues…, antes de que entres en negación, Claudia, te informo que hay serias sospechas de que Datexco utilizó una pésima muestra que terminó sesgando los resultados a favor de Peñalosa (leer análisis de La Silla Vacía “Datexco infló a Peñalosa”). Ahora… si lo que quieren es ser realistas, miren la siguiente hoja. Ahí están los resultados de los diferentes escenarios en una segunda vuelta.

Alicia, Marta Lucía y Claudia (que ya había decidido tomar asiento) tuvieron unos segundos para analizar los cuadros con vivo interés.

—Fíjense en la intención de voto a favor de Santos —prosiguió la Candidata—. Sigue imbatible en la segunda vuelta, con más de 46 por ciento, sin importar contra quien se enfrente. Es más, desde que empezó la campaña en noviembre, ha subido hasta 7 puntos. En otras palabras, está mejor que al principio. Y si se sale con la suya en Bogotá, le va a ir todavía mejor.

Las tres mujeres se tomaron otros instantes para sacar sus propias conclusiones.

—Bueno… —intervino la caribeña Alicia— me queda claro que estamos fregados, pero y ajá. ¿Qué es lo que propones?, ¿que nos aliemos todos con un solo candidato?, ¿que te hagamos campaña a ti?, ¿o qué?

—Por Dios, Alicia… —dijo la Candidata sin poder terminar su idea por la interrupción de Claudia.

—No, lo que tenemos que hacer es un pronunciamiento colectivo en contra de la decisión de Santos de desconocer las medidas cautelares. Es que esto es un abuso.

—Uy, pero a eso sí no le juego yo —apuntó Marta Lucía—. Vengo diciendo todo el día que NO hay que acatar las medidas cautelares y que debe respetarse el fallo del Procurador. No puedo patrasearme ahora de un día para otro. Además yo sí creo que Petro no puede pasar por encima de la ley, escudándose en que fue elegido por voto popular. Eso envía un muy mal mensaje…

—Señoras, ¡señoras! —cortó la Candidata—. No estoy proponiendo nada de eso. Es mucho más sencillo. Todos sabemos que, en cualquier elección presidencial, la gente vota a favor de alguien pero también, en muchas otras ocasiones, vota EN CONTRA de alguien. En las actuales circunstancias, ni Óscar Iván, ni Marta Lucía, ni Enrique Pañalosa van a ganar haciendo que la gente vote por sus nombres, pero sí tienen posibilidad de ganar si logramos que la gente vote EN CONTRA de Santos.

—Pues eso es lo que estamos haciendo —intervino de nuevo Marta Lucía—. Nos la pasamos criticándolo todo el día.

—Sí —retomó la Candidata—, pero el error es que lo estamos criticando por cosas distintas y eso se convierte en un mensaje disperso. Marta Lucía un día habla de la corrupción del gobierno y al otro de la falta de liderazgo del Presidente; por su parte, el mantra de Óscar Iván es contra el proceso de paz; y Peñalosa amanece criticando los TLC y se acuesta hablando pestes de la política tradicional. Lo que yo les quiero proponer es que hablemos de lo mismo, de dos temas en los que todos estamos de acuerdo: la mermelada y la trampa de este Gobierno. Si nos concentramos en esos mensajes, todos los días, en cada micrófono que nos pongan, podríamos convencer a mucha gente de que Santos es un coco.

—Pues para mí eso tiene sentido —dijo Marta Lucía.

—A nosotros, con Óscar Iván, también nos funciona —añadió Alicia.

—Bueno, pero yo qué tengo que ver ahí —replicó Claudia—. Yo no le estoy trabajando a Peñalosa. Lo hubieras citado a él.

—A veces —dijo la Candidata— es más fácil razonar con los principios de las mujeres que con los egos de los hombres. Entre brujas nos entendemos mejor. Por eso le pedí a Alicia que viniera y no a Óscar Iván. En tu caso, Claudia, si bien aún no estás trabajando con Enrique, sé que él te ha buscado y estoy convencida de que vas a terminar en su campaña. Francamente necesita de ti. Ambas sabemos que es muy bobo para pelear. Tú tienes las vísceras que se necesitan para dar un debate tan argumentado como apasionado. Además, eres la única que puede tender puentes entre muchas personas y corrientes políticas que no han sabido entenderse en este país. Mira no más el ejemplo aquí, con Marta Lucía. Por muy uribista que ella haya sido, a ustedes dos las unen los principios y, sobre esa base, han sabido respetarse.

—Eso es verdad —advirtió Claudia—. Podríamos trabajar en eso.

—Pero no solo con ella —aclaró la Candidata—. A ti y a Alicia las une Peñalosa. Ambas trabajaron con él y lo quieren. A mí no me parece descabellado que ustedes dos puedan acercar a Enrique y a Óscar Iván.

—No, eso sí ni por el berraco —reviró Claudia—. Tanto que he dado lora para que Enrique se abstenga de aliarse con Uribe… no voy a ponerme ahora en plan de cupido.

—No tenemos que hablar del tema hoy, pero al menos piensa esto: Peñalosa está muy a la derecha de Petro y, aún así, se encontraron en tu Partido: la Alianza Verde. Y sé que buscas acercarlos aún más. Pero no solo eso, Claudia. Creo que estás en la capacidad, incluso, de atraer al Polo. Hoy, Aida Avella es la fórmula vicepresidencial de ese Partido y ustedes se entienden muy bien. Creo que deberías explorar un acercamiento con ella.

—No es mala idea —validó Claudia.

—Ahora, si existe la posibilidad de acercar a Peñalosa con toda esa izquierda que va desde la Unión Patriótica, que pasa por el Polo y que termina en los Progresistas de Petro… cómo no contemplar una aproximación con una derecha menos extremista que pase por Marta Lucía y termine en Óscar Iván. Te aseguro que él camina a la izquierda de Uribe.

Las tres mujeres que escuchaban con atención a la Candidata, se miraron entre ellas, confundidas. No entendían cómo alguien podía siquiera imaginar una alineación de fuerzas políticas tan disímiles e incompatibles. Palabras más, palabras menos, la Candidata estaba sugiriendo una sinergía de todo el espectro político colombiano, de esquina a esquina, para combatir a un solo hombre: Juan Manuel Santos. Lo más extraño es que, al menos como lo había explicado la Candidata, el tema tenía sentido.

—Pues… —titubeó Claudia— pues qué cuento tan bien echado, pero muy forzado.

—Uy, síiii —dijeron en coro Marta Lucía y Alicia.

—Como tú misma dices —agregó Claudia—, lo que queremos es ser realistas. Yo por ahora me sumo a la idea de repetir como locos el tema de la mermelada y de la trampa. Es más, hasta puedo sumarme a esos hashtags en Twitter del intenso de Tomás Uribe (ver aquí tuit de Claudia López y compárelo con este otro tuit de Tomás Uribe), pero ni se me pasa por la cabeza semejante voltereta triple para terminar aliada de la derecha.

—Bueno… —dijo la Candidata—, pues me parecería un gran avance el solo hecho de que tú y Tomás Uribe coincidan en tuitear de lo mismo y contra el mismo. De lo otro… ya veremos.

***

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La Candidata-Un proyecto de Andrés Gómez Osorio

Por La Candidata-Un proyecto de Andrés Gómez Osorio

Esta es una novela en línea, de entregas periódicas, que recrea las relaciones de poder en Colombia a partir de hechos y personajes actuales. Su autor, que es periodista y escritor, llama al género «ficción coyuntural». Fue reportero político y judicial en «El Tiempo» y escribió «Le puede pasar a usted», el blog de humor más leído de eltiempo.com

 

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