Claudia López, recién elegida alcaldesa de Bogotá, se encontró con protestas y huelgas que evidenciaron un profundo descontento nacional y mostraron la cara oculta de la desigualdad, el desempleo, la pobreza, el hambre y la urgencia de la paz. El programa de Claudia se ajustó entonces a la realidad en lo social. Patinó con la intervención de los cerros orientales. Se reafirmó sobre dos hitos: el corredor verde de la séptima y salvar la reserva Van der Hammen, que debe ampliarse, abarcar Lagos de Torca y toda la zona norte. Sin los correctivos necesarios, dio vía a transmilenios y al metro de la administración anterior, para “construir sobre lo construido”.
Llegó la pandemia. Claudia reaccionó oportuna y positivamente, la ciudad y el país le deben la contención de un desastre mayor. Diferencias de prioridades, posibilidades de intervención desiguales y decisiones inconvenientes del Gobierno Nacional terminaron en desmedro de Bogotá y del país, que hoy muestra un balance desastroso y crisis en muchos sectores y regiones.
Con la pandemia, Bogotá, ciudad virtual, construida, abierta, culta, solidaria, pensada, imaginada, oculta, invisible, indispensable, apareció, cambió, se expandió, se apropió física, social y económicamente de la región que venía integrando. Por eso el futuro Plan de Ordenamiento Territorial a diez años debe ser para el área metropolitana, integrar la cuenca del río Bogotá y al menos 40 municipios e incorporar planes de desarrollo, diferentes de los planes de gobierno. Este POT debe preparar el futuro, controlar la codicia de urbanizadores y financistas, decrecer y cualificar lo urbano, priorizar el territorio, el agua, el aire, los alimentos, conservar el suelo agrícola, humedales, bosques y cerros; hacer la metrópolis ecosostenible, más autónoma, democrática, equitativa, digna, frugal y menos vulnerable ante amenazas geológicas, tecnológicas, biológicas o climáticas, eventualmente simultáneas. Se deben trabajar las tensiones globales, nacionales, sectoriales, internas y locales, y estimular procesos semejantes en todo el país. Es necesario conocer el metabolismo de la metrópolis y reencontrar las bases estructurales de la supervivencia. Esto supone reescribir dependencias y conexiones, no simplemente agregar al POT o al plan de desarrollo capítulos para cada tema emergente.
Preparar la metrópolis para el nuevo modelo de desarrollo necesita un gobierno de equipo, plural, participativo, abierto, basado en el conocimiento, transparente. El nuevo POT debe ser conocido ampliamente y adoptado por todos, no hecho “in house”, como dice la secretaria de Planeación Distrital.
Es importante responder al planeta, la sociedad y la economía que se evidenciaron con la pandemia. Es necesario atender las urgencias, la salud, el empleo, el hambre, los desastres, pero las grandes inversiones deben impulsar la transición del modelo de desarrollo a uno sostenible. El actual fracasó; endeudarse a fondo para tratar de salvarlo y regresar a la “vieja normalidad” es absurdo.
El presidencialismo y la pandemia mediática del Gobierno Nacional no deben contaminar la Alcaldía de Bogotá. Sería bueno que Claudia López contenga la impulsividad temperamental para crecer como estadista, no como caudillo.