“Cold play”

Brigitte LG Baptiste
26 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

Quizá consciente del ingenioso juego de palabras que se deriva de su nombre, el famoso grupo musical Coldplay ha anunciado que, por esta vez, no promoverá su nuevo álbum musical con una gira, evitando así la generación de gases de efecto invernadero. Alejandro Sanz, otro reconocido artista, hizo un anuncio similar buscando inspirar la lucha contra los efectos del cambio climático, un tema en el cual los países de la COP25 de Madrid han resultado más retóricos que efectivos: nadie quiere pagar sus deudas históricas con el planeta, pese a que saben que con ello sus nietos serán incapaces de asumir las pensiones de millones de personas que las reclaman con avidez en las calles, debido a que estarán luchando por adaptarse al desastre que les heredamos. Aritmética mal-adaptativa.

No sé si los viajeros musicales están contabilizando las emisiones asociadas con sus ventas en línea, que requieren una sustancial cantidad de energía para mantener vivas las redes y los millones de likes que cosechan, pero podrían compensar mejor: en vez de quedarse quietos y privarnos del gusto de saltar y disfrutar la experiencia de sus conciertos, podrían aportar un poquito más de sus ya gigantescos ingresos para reconstituir los bosques que fueron talados por las generaciones previas para vacunarlos, educarlos y comprarles la guitarra. La ecuación básica de la neutralidad de carbono no tiene que sumar cero, requerimos cifras de captura adicionales que están al alcance de la mano. En Colombia, además de comprar su maravillosa música con devaluados y deforestadores pesos, podríamos ayudar a establecer y mantener un bosque para enfriar el planeta en su nombre. Play cold… and plant, o algo así.

El carbono tiene como gran ventaja sobre los plásticos —o el mercurio, que se recoge con un gesto orgánico— una semilla plantada, un esqueje; el sistema de reciclaje más antiguo que no obliga a nadie a viajar en velero, sino a compensar lo propio y lo pasado, trayendo incluso de manera amigable a los ancestros contaminantes que, sin saberlo, hicieron fortuna recalentando el planeta. ¿Un aporte adicional del 10 % en bonos de carbono? Dejémoslo en un 25 %, al fin y al cabo, las exenciones de impuestos para promover la productividad también pasan factura climática. Y los TLC, que no la cuentan, podrían aportar.

Insisto, en Colombia hay millones de hectáreas y de personas listas para capturar no solo lo que emitimos directamente (muy poco), sino lo indirecto (aún muy poco) y lo de muchos otros. Y, de paso, generar empleo y fortalecer industrias realmente verdes, llenas de fauna silvestre, de vívidas culturas forestales, aviturismo, regulación hidrológica, salud mental y, lo mejor, con la conciencia tranquila. En ecología el que reza y peca no solo empata, sino que puede hacer que todos salgamos ganando, sin tanto discurso.

Un simple gesto diferencial para ser carbono-positivos podría tener más efectos regeneradores que muchas de las complejas acciones que requieren la reforma de Estados, que se niegan a los cambios en patrones de consumo que necesitarían más de un paro nacional, porque realmente nadie sabe bien cuáles son los consumos que afectan… y, mientras aprendemos, nos tostamos. Otros países del mundo ya han sembrado millones de árboles en poco tiempo y ven sus relojes climáticos ralentizarse, al menos mientras nos imaginamos la sostenibilidad en la práctica, aburridos en casa porque ya no vienen los artistas que más nos gustan.

 

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