Colombia: ¿acto de fe?

Rodrigo Uprimny
04 de marzo de 2018 - 05:30 a. m.

Un hipotético profesor de la Universidad de los Andes es el narrador de un cuento de Borges, a quien Urlica, una noruega que le da el tíulo al relato, le pregunta qué significa ser colombiano y éste responde: “Es un acto de fe”.

Este diálogo es relativamente banal y tiene poca importancia en la historia, pero tal vez Borges, por una borgiana y extraña coincidencia, logró adivinar en esa respuesta un rasgo decisivo de Colombia: carecemos de una identidad y cohesión nacionales robustas, por lo cual ser colombiano tendría algo de acto de fe.

Explico la conjetura: varios académicos han dudado de que Colombia haya llegado a convertirse conscientemente en una nación, esto es, en una “comunidad imaginada” de la cual todos nos sintamos parte, según la conocida fórmula de Benedict Anderson.

Cuatro ejemplos: el historiador estadounidense David Bushnell tituló significativamente su libro síntesis sobre nuestro país así: Colombia. Una nación a pesar de sí misma, con lo cual enfatizó nuestra falta de proyectos nacionales. Colombia sería una especie de casualidad. Por su parte, el sociólogo francés Daniel Pécaut señaló en algunos de sus textos que Colombia carecía de un mito o relato fundacional positivo (como lo es la Revolución para los franceses) que fuera la base de una identidad mínima común a los distintos grupos sociales, que permitiera movilizarlos tras objetivos comunes. Alfonso Múnera, en su texto El fracaso de la nación, plantea que la Nueva Granada como unidad política nunca existió pues al estallar la Independencia no había una élite criolla con un proyecto nacional, sino varias élites regionales con proyectos diferentes. Finalmente, uno de los mejores textos de historia colombiana es el libro de Frank Safford y Marco Palacios, denominado elocuentemente: Colombia. País fragmentado, sociedad dividida.

Todos estos libros (y muchos otros que no reseño o no conozco) enfatizan esa debilidad de nuestra cohesión como nación. Obviamente tenemos un cierto nacionalismo sentimental, pues nos emocionan cosas como los triunfos de la selección Colombia. Existen también rasgos que suelen caracterizarnos como colombianos, como una cierta astucia individual para enfrentar el infortunio. Nuestro clásico rebusque. Pero carecemos de proyectos colectivos o de relatos fundadores que logren aglutinarnos, unificarnos y movilizarnos como pertenecientes a una misma comunidad. Por eso la sociedad colombiana es débil para actuar colectivamente, aunque muchos colombianos sean audaces y exitosos como individuos.

Muchos factores han incidido en esa precaria cohesión e identidad nacionales: nuestra endemoniada fragmentación geográfica; la formación de diversidades regionales tempranas y fuertes; la creación precoz de los partidos Liberal y Conservador, que generaron subculturas e identidades políticas que resultaron durante mucho tiempo más fuertes que nuestra débil identidad nacional; nuestra violencia política, que ha sido muchas veces una consecuencia y una causa de esta precaria y fragmentada identidad nacional, etc.

Esta débil identidad nacional ha tenido algunas consecuencias positivas, como la ausencia de un chauvinismo agresivo, pero también efectos negativos, pues hemos carecido de la capacidad de actuar colectivamente para acometer grandes proyectos globales. Una de nuestras tareas pendientes como país es entonces, sin caer en el chauvinismo, construir esa cohesión nacional sobre la base de un relato que nos una dentro de la diversidad de nuestras regiones, nuestro pueblos y nuestros territorios.

* Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.

 

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