Colombia, ¿inviable?

Felipe Zuleta Lleras
01 de abril de 2018 - 02:00 a. m.

Definitivamente este país nuestro resulta a veces inentendible. Estamos llenos de cosas maravillosas, paisajes, parques, obras de infraestructura, restaurantes, parajes impensables, ciudades impactantes. En fin, lo que uno quiera y por donde vaya siempre encuentra cosas que nos sorprenden.

La gran mayoría de los colombianos son gente honesta, trabajadora, talentosa, inteligente, laboriosa y buena persona. Pero también encontramos a un número no despreciable de personas criminales, malos sujetos, mentirosas, roñosas, despreciables. Y va uno y hace un ejercicio elemental y se encuentra con el hecho de que muchas de esas personas, casualmente, pertenecen a la clase política colombiana. Sí, a esa clase política que nos tiene mamados, que ocupa su tiempo destruyendo en vez de construyendo, robando en vez de persiguiendo a los criminales, mintiendo en vez de diciendo la verdad, manipulando en vez de corrigiendo sus errores.

Esa clase política que se enquistó en el poder desde hace ya varios años y poco se renueva, como quedó demostrado en las pasadas elecciones del 11 de marzo.

Dos claros ejemplos de personajes públicos que le han hecho daño al país, por sus temperamentos incontrolables y pendencieros, son el expresidente Uribe y el exalcalde y candidato Gustavo Petro. Lo traigo a cuento porque son los protagonistas del momento en la contienda electoral que se avecina.

Tengo la esperanza de que Iván Duque, de llegar a la Presidencia, no se vaya a dejar manipular de Uribe ni a dejarse coger de títere por quien quiere gobernar en cuerpo ajeno para poder, entre otras, tomar venganza en contra de quienes él considera sus enemigos. Así se lo notificó a Daniel Coronell y ya el candidato Iván Duque dijo que si él era presidente eso no pasaría y, porque lo conozco, le creo.

Petro, por su parte, es absolutamente impredecible, locato y mala persona. No dista mucho de Uribe. Los separan pocas cosas y los unen algunas como el afán de envenenar como sea a los millones de colombianos que a diario se levantan a trabajar de manera honesta para llevarle el sustento a sus familias.

Los colombianos son mejores que sus gobernantes y de lejos. Por eso uno siente que las cosas van mal, pero puede ver cosas como las que vemos a diario. Las aerolíneas llenas, los hoteles reventados, los restaurantes repletos, las carreteras ocupadas, los almacenes vendiendo. Entonces me pregunto: ¿Qué es lo que pasa? ¿Acaso el país está en el borde del abismo, es acaso inviable? ¿No será que son los políticos los que nos hacen creer que esto está mal y que los necesitamos para que nos salven?

Colombia es un acto de fe, como le escuché decir alguna vez a alguien. Y nos toca a usted y a mí, amable lector, ponernos la mano en el corazón en primera vuelta, mirar entre todos los candidatos y preguntarnos qué tipo de país queremos para nuestros hijos y nietos. Hay opciones y buenas. Que el odio, los rencores y la peleadera no sean el alimento de nuestro sufragio.

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