Colombia, país de contrabandistas

Catalina Uribe Rincón
08 de mayo de 2019 - 08:19 p. m.

Colombia no fue siempre el principal productor de cocaína. Los chilenos con ayuda de los bolivianos controlaron el negocio a principios de 1970. Sin embargo, debido a la insinuación del gobierno estadounidense de que los narcos tenían vínculos con el comunismo, la junta militar de Pinochet encarceló a los principales traficantes, extraditó a unos cuantos y expulsó al resto. Los chilenos no estaban solos, en 1975 los ecuatorianos enviaban mensualmente más de 100 kilogramos de cocaína a Estados Unidos.

Las razones por las cuales Colombia se convirtió en el mayor exportador de cocaína al final de los años 70 son poco claras. Algunos creen que fue por nuestra posición geográfica, otros por las condiciones económicas del país, y otros por el hecho de que los colombianos han sido históricamente excelentes contrabandistas. Sí, ya sabemos que somos buenos en saltarnos las leyes, pero al parecer en el contrabando hemos sido siempre particularmente diestros y de eso se enteraron los chilenos.

Pese a todo, seguimos viendo el contrabando como un crimen de segunda. Lo pensamos como un robo menor donde unos bandidos, por ganarse unas coimas, caletean algunas cajas en los puertos e ingresan zapatos y algunas botellas de trago. Y, la verdad, no nos equivocamos del todo. En el país el contrabando es un delito económico que al no causar víctimas directas cae por debajo de quienes atentan contra una persona o su propiedad. Pero el lenguaje legal a veces oculta las dinámicas criminales.

Para comenzar, el asunto no es de un par de cajas. Uno de cada cuatro cigarrillos en el país es ilegal. Y el lío no es menor. El narcotráfico es una variedad de contrabando. No es gratuito que la Dian esté siempre infiltrada y que sus funcionarios decentes sean muertos o forzados al exilio. Hay muchas cosas que tenemos que repensar de la llamada guerra contra las drogas, pero es gravísimo que ni de entrada ni de salida controlemos las fronteras. Muchas víctimas se generan por nuestra negligencia. Por esos “corredores paralelos” se caletean camisetas, pero también armas, y pasan mercancías, pero también se trafican personas. El asunto no es de mera importancia “administrativa”.

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