Para empezar a acabar con la corrupción se requiere de un líder que la tenga como meta, si este es el gobierno de la paz, el que sigue debe ser el de la lucha contra la corrupción.
El tema principal de la próxima campaña presidencial será la corrupción. Es un flagelo que azota a Colombia y que una vez resuelta la paz, los ojos de los colombianos pasarán a enfocarse en este asunto que hace que la educación, las vías y la salud entre otros no lleguen a los ciudadanos que más lo necesitan. ¿Podrá el próximo gobernante acabar con este flagelo?
La organización Transparencia Internacional cada año elabora un índice de como perciben los ciudadanos la corrupción en diferentes países, en donde entre más cerca al primer puesto entre 168, se es menos corrupto y Colombia ocupó en 2016 el lamentable puesto 83. Elizabeth Ungar, directora de Transparencia por Colombia dijo “Somos lamentablemente una nación muy corrupta, necesitamos un sistema judicial transparente y sin corrupción, unas fuerzas de seguridad confiables, órganos de control eficaces e independientes, gobernantes que rindan cuentas permanentemente de sus actos, y mecanismos de entrega de beneficios y servicios a las víctimas y poblaciones vulnerables sin la mínima grieta para que se cuele la corrupción”. Hace aproximadamente un año, el costo de la corrupción se calculaba en 20 billones de pesos. No es que esa cifra sea muy alta, es que es inadmisiblemente alta. En materia de corrupción cualquier cifra resulta moralmente inadmisible.
La pulcritud del sistema judicial es definitiva para la buena marcha de todos los aspectos del país. Al no operar correctamente, los corruptos se confían y lamentablemente muchas de las investigaciones sobre corrupción las hacen los periodistas, no las contralorías.
Un factor que contribuye a que la cifra de 20 billones crezca es la altísima impunidad, pues sólo el 25% de los condenados por corrupción pagan cárcel. La importancia que se otorga al flagelo es muy baja, la impunidad sumada al castigo social resulta irrisoria, casi inexistente. Los casos que tenemos presentes son el de Odebrecht por lo reciente, ya que el de DMG ya casi se olvida, el de los Nule también, el de Interbolsa está dejando de ser relevante, ahora estamos en el el de Estraval que pronto se olvidará. Lamentablemente en las noticias se escucha decir entre otros temas que se robaron los almuerzos de los niños en la Guajira, sin que haya habido consecuencias acordes con la magnitud de los delitos cometidos. Aparentemente hubo corrupción en la Alcaldía de Petro donde la mayoría de contratos fue adjudicada a dedo y no hubo consecuencias.
Si el próximo tema de campaña será la corrupción, elegiremos un gobernante que apoye el proceso de paz, pues de lo contrario, no tendremos ni la paz ni la lucha contra la corrupción. Para empezar a acabarla se requiere de un líder que la tenga como meta, si este es el gobierno de la paz, el que sigue debe ser el de la lucha contra la corrupción (como parece que será) y para lograr un gran avance se requiere tanto de un Presidente que la quiera erradicar como de un congreso, alcaldes y gobernadores entre otros, que estén enfocados en sacar ese asunto adelante. La corrupción pública nos ganó y quiere más.
Si queremos que la generación que viene aprenda ese mal vicio será culpa nuestra, un país no puede desarrollarse con ese grado de corrupción, pues no se puede tener el ponqué y comérselo. Para que el próximo mandatario pueda luchar contra ese flagelo se requiere que Colombia esté detrás apoyando, pero eso depende de por quién se vote.